lunes, 24 de marzo de 2025

Mario Arteca (La Plata, 1960)

 Monk, poesía argentina

 
 
1.
 
¿Acaso pueden distinguir el arriba del abajo?
El telescopio, no el microscopio. Acaso pueden.
La actividad eléctrica es fuerte. Cuando el piso
se mueve hay una danza de cátodos, y cualquier
movimiento procede al dictado de un convulso.
El artista que envejece confía en la vida (Deleuze,
dixit) y en el desgaste de su cerebro. Más: la
esencia es en sí misma diferencia, ¿Cuál es la
diferencia entre una cortina que se abre y otra
que se cierra? La actividad eléctrica. Electrólisis.
La carne se retrae cuando los estímulos son
implosivos. Golpee un pedazo de carne con
el puño cerrado (Scott Walker hace música
usando los puños contra un pedazo de carne,
en el documental “30th Century Man”);
primero se contrae, después vuelve al tamaño
original, pero desde la absorción del golpe.
Dos cables, positivo-negativo, sobre la carne fresca
(debe ser fresca, desde ya): quema y contrae,
se cuece sin utilidad alimenticia. Recorrer
el itinerario con la necesidad de interrumpir
camino hacia lo que nada sobre sí mismo.
“Querrán mis órganos; los cocinan como
menudos de pollo.” Y dijo el fiscal: “Nunca más.”
“La democracia, el universalismo, la igualdad,
no serán capaces de satisfacernos.” (W. G.)
Dice: el sentimiento de dualidad será cada vez
más fuerte; un mundo doble, mitología doble.
Dice: no tiene contactos, mientras destruye
una agenda mental, la deshace y esparce,
simple papel picado. Existe entre nosotros
una gran máquina de proveer el deslizamiento
del olvido hacia los márgenes de la memoria.
El olvido regresa recortado, delicado papel
devorado por la electrólisis. Lo mismo el indio
mexicano cuando padece hambre en la meseta
central de Anahuac. Anestesiar el apetito.
Porotos de fariña en la tierra de la caña
de azúcar. “Quiero que mi instrumento suene
como la voz humana. Pronto este instrumento
no será un instrumento.” (Marion Brown,
saxo) El instrumento no suena como sí mismo:
cruje, porque la carne se contrae. El instrumento
es infinito en su negación mecánica; es un objeto
dispersando su ecuación molecular. “Cualquier
cosa que encienda tu ojo esta mañana es tuya”
(J. A.). “A mí sólo me importa la verdad. Entre
nosotros, jamás se mató de ese modo.” Ya lo
conocés: el pintor puede, el cine no, hay un mínimo
precio que pagar. “El que nuestros clientes se fueran,
volviesen con máscaras anti-gas no demuestra el lugar
donde habían ido.” “Señor, ¿por qué volvió al país
después de treinta y cinco años?” “Porque pude
hacerlo.” “Claro…” “Es decir, recién pude hacerlo…”
“¿Cómo estás? Pasé a ver. Eso, soy Juan de Festín
Mutante. El vecino me dijo que estás bien pero sin
luz. En mi casa tengo, por si necesitás cargar algo
o cualquier cosa. Pasate! Abrazo. Mandan saludos
Gustavo López y familia, desde Bahía. Estaban
preocupados.” Una estructura abierta: carece
de sentido sostener espacios cerrados sólo a la
espera de su ocupación. Pero ¿qué cosa es un
cuerpo en situación de relegarse en los espacios?
Piensa en esa “chusma” de escritores libres
que se embarca en cinco o seis diarios comprados,
y lo que ellos dicen es llamado “opinión pública.”
Cualquier monumento a la opinión pública
“se hinca como una espina de pescado”, diría
Robert, muerto en un taxi, año 77. No se case
con el sufrimiento, dice un personaje de Bellow;
“algunos lo hacen. Se casan con él, y duermen
y comen con él, como marido y mujer. Si van
con la alegría, creen que es adulterio.” Aunque
la carne se contraiga por electrólisis. Al estímulo
eléctrico, se prensa la carne, busca el origen
de esos puntos negros; pecas sobre linfas
ahumadas suturan los gritos de la refracción.
Hay un mensaje borrado. “Entonces voy, hombre.
Me quería organizar.” “Era hora. ¿Necesitás algo?
Además de pulmones, claro.” Eso anhelaba:
alguien preocupándose por él. Cierta bondad,
y los vestigios de tu misericordia. En ese orden.
 


En Nevermore

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