sábado, 22 de marzo de 2025

Robert Rivas (Búffalo, EEUU)

 

EL SUFRIMIENTO Y LAS PALABRAS QUE SUSCITA (UN FRAGMENTO)





  En una tarde en la que el sufrimiento y el vacío se vuelven

sumamente intercambiables, recuerdo a Komokwa, un dios

de los Kwakiutl -uno de los pueblos llamados "de la canoa" 

de los Indios Noroccidentales de Canadá y Estados Unidos.

En sus canoas recorren la antigua ruta marina de miles de ki-

lómetros de largo, que va del golfo de Puget hasta Alaska, cu-

yas aguas son tan turbulentas como ricas en remolinos y otros 

peligros. 

En el fondo de esa región de un mar helado, vive Komokwa,

reclinado en su canapé, ya que se trata de un inmenso dios in-

válido. Las focas son sus sirvientes y el pulpo está dedicado a 

la vigilancia. Trato de imaginar qué clase de diálogo se puede 

sostener con un dios inválido.

¿Se le puede pedir auxilio? ¿O solamente consuelo?


En el siglo IX Sugavara Mijizame le habla a los árboles: le

pide a su ciruelo, desde el destierro, que le envíe su aroma

en primavera...

Y desde mucho antes de eso, las mujeres Kwakiutl le habla-

ban a los cedros, disculpándose por usar su corteza, a la que

llamaban su "vestido".


En el siglo XII, otra vez en Japón -la otra costa de ese mismo

Océano- la dama Junii Tameko sabía que la ira nos aparta de

una tristeza insoportable.


Y 150 años antes de Cristo, Lucilio hablaba de los días malos

como aquellos en los que se tiene a un dios en contra...

 

 

(Fuente: Idiomas Olvidados)

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