De "Para alguna vez cuando oscurece"
Hojeando un Atlas
Herodoto dice que vio tablillas de cobre
de lejos (porque los fenicios no quisieron enseñárselas)
donde estaban todos los mares y todos los ríos.
Colecciones de mapas que
buscan el equilibrio de las esferas
-celeste y terrena-
y el tacto que se deleita en desplegarlos.
Cada uno es, se sabe
una urdimbre para transitar
prueba acometida en la labor lectio
el trazo de fuego robado en el Caúcaso.
Un sitio que se cree seguro desde fuera
pero asemeja -ya dentro
un descampado en tierra casi enemiga.
Las certezas -un eterna búsqueda
de lupas y compases
a la luz de la lámpara junto al sillón
lomos (del viejo atlas o del gato) largamente acariciados
navegación en noches que amenazan tormenta
o todo el impulso traducido
en los pelos del animal
desparramados por la alfombra.
Formas misteriosas del habla del mundo
oscurecidas o iluminadas a mano.
“Puede
decirse que la geografía ha preparado el terreno tanto para la gloria
como para la felicidad y la comodidad de la vida humana. Si los reinos
no estuvieran separados por ríos, cordilleras, estrechos, istmos o por
el mar, ¿cómo tendrían final las guerras y fronteras los imperios? El
príncipe que trata de llegar hasta las fronteras de su reino marcadas
por los geógrafos, en lugar de las señaladas por su propia ambición –que
suele ser lo habitual–, pone a prueba la última.” (Joan Blaeu, Atlas Maior, Ámsterdam, 1665).
Visión invernal en Dorpat
A Jüri Talvet
He pasado la noche con la televisión sin volumen.
Escucho el Da Pacem de Arvo Pärt.
Miro la niebla del amanecer por la ventana y
me quedo unos minutos en blanco. Al rato
pasa chillando un ave que no alcanzo a reconocer.
Las nubes finalizan y recomienzan
su incansable labor gestáltica. Recuerdo
una fotografía con un paisaje de playa rocosa:
Dollarton, Columbia Británica.
Allí vivió Lowry con Margerie Bonner su segunda esposa
quien después de la muerte del escritor publicaría
Selected poems of Malcom Lowry
donde está el poema ‘Without the nighted wyvern’
(Sin el dragón nocturno)
cuyo noveno verso, en traducción de Rafael Vargas dice:
opúsculos sobre un país realmente mejor
y luego: donde el hombre/ pueda beber, ah, un vino superior,
no destilado/ que intoxique sutilmente sin dolor.
Ayer, en un pub muy animado
donde rubias meseras -jóvenes que hacen trabajos de medio tiempo
nos traían cervezas, canastitas con papas cocidas y mostaza rusa
conversé largamente con mi amigo Jüri.
Sin saberlo, o sabiéndolo, como todo o casi todo de esta tierra
que para mí es misteriosa y fría
(bosque plagado de osos antes del amanecer)
pronunció una palabra que me hizo viajar en el tiempo: Livonia.
Pronto brillará un poco sol en esta ciudad que ahora llaman Tartu.
Hay un abeto frente a mi ventana
la nieve impide ver su punto de apoyo.
En el primer capítulo de la novela de Julio Verne Un drama en Livonia,
una escalera salva de los lobos al protagonista fugitivo. Malcom Lowry,
en su poema ‘El Pasado’ compara una escalera con su conciencia: Seems my conscience.
Salvación como posibilidad ante el pesimismo y la resignación del poema
de Lowry: la escalera flota en el agua sin nada en que apoyarse. En
Verne: La niebla impedía ver su punto de apoyo.
Meditación en el pueblo de Juli
Cuando las ruinas empezaron a ser ruinas
y sus rocas desparramadas por los campos
se desparramaron más
sólo unas cuantas torres contra horizontes nuevos
abandonadas en un
damero de planicies y colinas sembradas
-chullpas entre campos de papa y habas-
observan de lejos a los monjes silenciosos.
Ellos hacen ademanes finos con las manos
llaman a trasponer las puertas de los mundos
copian con pluma y tinta
(una forma de la memoria) y abren nuevas rutas
del comercio entre las gentes.
Sopar cálamos en el tintero y respar superficies
es todo un destino
distrae del viento de la puna
del negro cielo que oculta montañas blancas
y lo transcrito
habla de eso y de Dios y de los hombres
(cómo se entienden o se desentienden)
cosas que pronto habrán de probar
los frailes que prediquen llevando bajo el brazo
“algunas anotaciones para saberse aprovechar”
por las riberas del lago Titicaca
mojándose en las aguas del siglo XVII.
Un
joven recién ordenado sacerdote llega al colegio jesuita de Juli, a
orillas del lago Titicaca, en 1615. Allí conoce a un cura 25 años mayor
con quien sostiene conversaciones sobre “cosas de indios”. El viejo ha
publicado su obra más importante hace cuatro años y está aquejado de
varias enfermedades. El joven elaborará también una gran obra que
culminará en 1653, pero no la verá publicada en vida. Ambos frailes
conversan varias veces. El viejo tiene gota y guarda un poco de chicha
en una vasija para su uso exclusivo, porque es sabido en estas tierras
que esa bebida no afecta a tal dolencia. Rememora su viaje por el
Mediterráneo donde casi naufraga, su viaje a Potosí y tantas otras
cosas. El joven anota y recuerda. Él también conocerá Potosí,
Cochabamba, La Paz... El viejo ha publicado el Vocabulario de la lengua aymara con algunas anotaciones para saberse aprovechar en la labor evangelizadora. El joven, escribirá la Historia del Nuevo Mundo. Son Ludovico Bertonio y Bernabé Cobo. Dos amigos.
Editorial La Mariposa Mundial
y Plural Ediciones
La Paz, 2022
Otra Iglesia Es Imposible - Mariposa Mundial - Ediciones del Dock - Círculo de Poesía - La Raíz Invertida - Festival Internacional de Poesía de Medellín - Poetas Siglo XXI - Pasen y Vean - La Poesía Alcanza - Bolivian Express - La Razón
Foto: Alma Tunante
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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