GHETTO INTERIOR
Tengo que acostumbrarme a quien soy: préstame
Echar ojos adentro las pisadas (préstame tus zapatos),
para internarme hasta el recóndito Dios/Madre,
donde se me condena a este rostro
de alquiladas palabras, por las que acendra el corazón
latidos que no termina de poner en hora.
Fija en el pasado, dicen que no es vida mi vida,
y en cada palmo del viaje, dejo caer, extranjero,
las preguntas que me sitúan al borde del festín
de los vivos.
Pero ¿por qué arrepentirme de haber hecho
de mi pasado mi permanente hora cero?
A nada me cierro en la duda y de nada me arrepiento,
aunque a todas luces y por las millas, surca
mi espíritu los días de mi padre,
llenos de gloria militar y orden. Y berlinas y domingos
en las maravillosas tardes del Hipódromo Perla Antillana.
¿Quién lo diría?
Acostumbrarme a este quien soy para recomponer
el mito en el sueño que me dieron:
barajar los días con usura
y por escrito dejar constancia del vivir.
(el poema está cojo, ¿cierto?, a mi ghetto interior,
el llamado del sentimiento pulpo).
(Fuente: León Félix Batista)
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