El miedo
Aquí es el miedo y
a sus pies me tumbo
rodando en humaredas
mis demonios
y a contraluz, como
leopardos. Ya
bajo las alamedas es
el miedo.
Y estoy
contorsionándome a lo lejos:
me arrastro por mi
turbia alma que humea,
con el pavor azul y
de tu mano
que se va
deshaciendo con mi miedo.
No es por tu voz que
yo enloquezco ahora
bajo las alamedas
del espejo
sino que siento que
me tapa el miedo.
Y me hundo en la
espiral de su sonrisa
con una placidez
casi perfecta,
anonadada, ya
híbrida de miedo.
Las gotas
Unidas son la lluvia
adolescente,
amantes como tú y
la tristeza.
Yo de gota he sido
la tormenta
en el descenso de la
sangre.
Ahora me aturdes
con tu juventud,
espíritu.
Pero he nacido tarde
en la hora, cuando
la estación caía.
Se han marchado los
dioses
y esto que yo soy
¿dónde cabría?
Debí ser dulce,
tibia, perfumada,
amar las rosas, pero
ya las hube amado.
Con tus líneas de
lluvia adolescente
me aturdes,
espíritu,
me aturdes
lentamente.
Tu juventud me
calma, me apena y me derriba
a tu lado.
Y todo queda atrás,
aun yo y los dioses
olvidados.
Final del amor en guerra
Sorda navidad con
tangos melancólicos.
Ha terminado el amor
en guerra.
Te seguiré, amor,
paisaje frío, hacia la cólera
de los sueños que
están penando
detrás de tu locura
de tantos años.
Te seguiré, lo digo
en esta medianoche,
a ras de un tango
bravo que me están tocando
para que no blasfeme
de la soledad.
Y tú, paisaje frío,
dentadura bermeja,
clama al viento
blanco del amor en guerra,
por mi juventud
rendida y mi vida ocupada
por tus hambres
azules y terrestres.
Oh, puro como un
aire de zamba,
maldito
amor, paisaje frío:
tengo que seguirte.
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