
NEGRURA INESPERADA
Caracas, Julio 2005
Más negra que el más negro labrador,
más negra que el rostro más negro de un langur,
más negra que el cabello de Kazuko Shiraishi,
a quien la ardilla apreció
a su manera.
No importa la obsidiana,
y aún menos un cuervo.
No pienses en el pozo más profundo
en una noche sin luna, sin estrellas.
Olvida el carbón, olvida el petróleo.
Esta ardilla era más negra
que el corazón más negro al interior de nuestra tierra.
¿Y qué hicimos
Kazuko y yo?
Estuvimos ahí paradas preguntándonos
“¿y ahora qué?”
¿Se atrevería esta ardilla
a soltar
la corteza del árbol
y saltar de un lado a otro
los hombros de Simón Bolívar?
¿O era tan mansa que lo respetaría?
Estuvimos ahí paradas aprendiéndonos a esta ardilla de memoria,
siguiendo sus movimientos enérgicos, ligeros –
Estuvimos ahí paradas aprendiéndonos esta negrura de memoria,
una negrura que palpitaba a través de
los árboles rajados por el sol,
vibrando con tanta luz,
sentimos que debíamos comenzar de nuevo,
alterar nuestro viaje, prolongar nuestro silencio,
reaprendernos –
Traducción Tania Ganitsky
Fotografía Enrique Hernández-D’Jesús
Serie Imagen y Palabras
(Fuente: Enrique Hernández-D’Jesús)
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