miércoles, 1 de octubre de 2025

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947 / Reside en San Juan, Argentina)

 

 

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Mi nonno Masante,
(1882-1969),
se afectó
a las más desafiantes
creaciones manuales:
cerraduras con balancines
activadas por piolas,
aviones a pedal y palanca,
relojes vegetales,
miniaturas engastadas
en plomo y cera,
así
cavaba pozos sépticos
con bordadas herramientas
que forjaba a fuego,
martillo y yunque
y aceite de oliva en el templado,
así
champurreaba
armas tumberas,
lloraderos funerarios,
fórceps para nacidos de nalgas,
dagas siete filos,
recipientes herméticos
de bolsillo
para transportar veneno,
lazos de ahorque
para perros rabiosos.
pipas, camas, camiones de juguete,
lectoras encristaladas
para control estadístico
del eje terrestre
en boca lunar,
patines que permitían caminar
sobre aguas y pantanos,
y un dilatadísimo catálogo
que apenas recordaré
sino con ayuda
de electroshock
y lobotomía.
 
Y si hubo algo
que no intentara hacer,
lo atribuía
al desborde alcohólico,
la emocionalidad lacaniana
y la malaria,
en partes desiguales.
 
Y sería
a golpes de reproches
e injurias
del tejido conectivo
en colisión piramidal,
en propósito y su contrario
para eludir la congoja
ensayando un vínculo
de película alquitranada
que cubría
sombríos templos asirios
que le venían
en sueño y vigilia,
en desmedro de Carlos Jung
y colaboradores.
 
Y esa moribunda
mañana,
dividido el número
de panes y pescados,
ese amanecer
alpino y cretino,
le trajo
la excursión
de la real familia
que consternó
Belvedere Langhe,
aquel 13 de julio del año 1913.
El barroco carruaje,
sus albos y azotados caballos
de crines trenzadas
y virolas bruñidas,
la inmaculada blancura
de sus Altezas y bajezas,
el garbo suntuoso
se desplazaron
entre mieles y sedas,
se detuvieron
frente a santa Margherita,
y las testas coronadas
descendieron
a zapato charolado
y plata potosina,
oro y zafiro,
como si hubieran sido
masones en suspicacias,
volando sobre mantas negras
en el claror del cielo,
incitando al sacrilegio
del cual no se regresa jamás.
 
Y la visita
terminó
como todas las visitas:
"si te he visto no me acuerdo."
 
El profesor Curatola,
pasados varios meses,
cautelosamente,
para no contrariar
ilusiones patrias,
que ya estaban contrariadas,
adujo
que la incursión
obedeció a prevenciones
bélicas muy inminentes,
de las cuales nadie
tenía noticias.
Y, sobre todo,
examinar
el ventajoso enclave
geográfico
del valle, los picos
y quebradas
que el mismísimo Napoléon
tuvo en cuenta
para su campaña piamontesa.
 
Pero en esos umbrales
en que el ozono
y la capa lenticular
contradicen y calculan,
a mayor rayo
y menor relámpago,
que no son la misma cosa,
despunta única y última
corporeidad:
inextenso accidente
a tendón y hueso
sofocado,
verba juliana,
"Oxford Classical Dictionary,
1928".
 
 
Héctor Giuliano
- Inédito -

 

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