UN POEMA REALMENTE ININTELIGIBLE
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La construcción del templo
y cuando se hubo
terminado,
la fe creció como montañas, fue
perfecta y
aun
el templo fue enriquecido e iluminado,
envuelto en sombras se lo dejaba también,
algunas noches, para que emergiera
al otro día, ahíto de esplendor y de promesa...
No había noches en vela, insomnio, en el templo;
no tenía el templo migraña ni erupciones
cutáneas,
no moría de disentería
el templo.
En esos lejanos tiempos,
sin embargo, el templo
fue comido por la arena
y resultó arduo para aquella pobre comunidad
adorar la arena, sus ciclos de brillo perenne
y de absoluta oscuridad:
la mera arena,
fruto de la erosión
-de la consunción-
del planeta.
Y cada fase del ciclo parecía eterna,
se la creía eterna a pie juntillas
a expresiones arcaicas,
a loco frenesí,
en gaélico, en romaní,
en hindi, en yoruba,
en castellano, inglés,
escandinavo antiguo, mandarín...
Con fanatismo se adoró cada vez
el momento de tiniebla o de luz.
El giro de las cosas, el imprevisto
al fin triunfó.
La carnosa heterogeneidad
atrajo a la multitud como moscas
más allá del desierto,
de su eterno prometer y exterminar.
Nació la sociedad.
El consumo pareció infinito.
La comunidad se adoró a sí misma
de modo diverso.
(Continúa)
Jorge Aulicino, "Revolución, divino tesoro", inédito
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Imagen: Luis Felipe Noé, "Tiempo de descuento", 1999
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