viernes, 29 de noviembre de 2024

Juán José Rodinás (Ecuador, 1979)

 

6 de octubre de 2022
 
(¿A qué se parecen los humanos que quieren hablarnos?)
(¿A qué se parecen los humanos que no quieren hablarnos?)
 
Apuesto que los muchachos que cruzan estos pasillos (mientras charlan),
no quieren ser un inmueble vacío (ni una mesa).
Los limpian sí, pero no anhelan ser
ni un plato de cerámica ni unas gafas de sol.
Quieren vivir (o algo semejante). Y se entiende.
Quizás preferirían convertirse en el tipo de traje
que pone gasolina a su Toyota. A mí, en cambio,
me gusta pensar —con frecuencia— que soy una red de tuberías
o una carretilla junto a dos sacos de cemento.
(Eso me distrae —un poco—
del esfuerzo diario por ganar dinero).
 
Hoy, por ejemplo, me gustaría ser:
 
a) una impresora descompuesta
b) una jarra con florecitas malva,
c) un viejo casete de VHS que contiene una escena
donde mi abuela baila,
d) un plato de cartón donde un niño sonríe,
e) mi puño del ahora o del ayer
contra mi rostro del ayer o del ahora.
 
O, por ejemplo, me gustaría ser una botella plástica.
O el hombre que acciona la máquina de dulces.
O la máquina de dulces.
O la moneda de un dólar que coloco en la máquina.
O, por ejemplo, cada vez que me aproximo a la máquina 
de dulces en los pasillos del trabajo,
siento que soy la bolsa de galletas que cae, vencida por la gravedad,
en la cubeta metálica y queda cerca de mi rodilla humana.
 
¿O soy el edificio repleto de estudiantes donde esto sucede?
¿O mi mente es una colmena donde un montón de chicos
hablan de ingeniería, amor y canciones de trap?
 
Todo el universo está herido, como las galletas adentro de la bolsa,
donde varias tienen roturas en sus bordes de azúcar y de miga.
Sin embargo, algunas golosinas —rojas, en su insignificancia
de dulces de manzana— permanecen enteras, en su empaque,
orgullosas (si pudieran pensarlo),
en las cabinas superiores, perfectamente íntegras.
 
Hoy, por ejemplo, me gustaría ser esa bolsa de dulces en lo alto.
Y no sentir siquiera una caída imaginaria
o fingir otro dolor supremo que esté fuera de mi cuerpo.
Hoy, por ejemplo, me gustaría ser una botella plástica. 
 
Y que mi etiqueta sea mi nombre en una lengua intraducible.
Y que me arrojen en la cuneta de la carretera.
Y que mucha nieve caiga sobre mí.
Y que alguien me preste atención por un instante
y siga su camino.
 
***

 

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