dos poemas
Trenes
Este
es un tren rodeado de olvido. Y están los que salen de la estación de
l’Est rumbo a Verdún. Atascados de soldados e insignias con sabor a
pasta de yeso. Trenes de mercancías, eso afirman, cuando en realidad
transportan los cíclicos condenados al infierno. Este tren está hecho de
distancias. Semejante a los trenes sin color preciso. Como las aguas de
Jorge Manrique. Etéreos y al mismo tiempo longevos. Con un vaivén de
vals triste que no acaba nunca. ¿Y ese único vagón de innumerables
ventanillas que entra a la estación de Bérault? Desde cada una de ellas
mi padre, asesinado en Bello, mira con ojos de espectro. Pero no me dice
quién ha sido su verdugo. Este tren que saldrá dentro de poco es
ilusorio. Parecido a la luz. Luz que en los viajes es lo único real. Luz
color de castañas maduras. Luz de limón que cae en el ojo. Luz rugosa
de papel. Hecha de astillas azules o incierta como un versículo. Este
tren que me espera ahora parece inexistente. Tiene algo de aquellos que
cruzan los territorios de Arreola. Pero en él hay una verdad que no
tiene ningún otro. Tu inevitable partida.
~
Roce
Te
busco cada noche. En la respiración de los bulevares. En el puente
donde la luz se pierde en un simulacro de crepúsculo. En los techos
coronados por antenas parabólicas. Y lo hago con la obsesión de la
espera y de mis pasos. Y no grito a la luna. Ni a la garganta vacua del
cielo. Grito a la cama donde trata de dormir un reflejo destrozado de mi
nostalgia por vos. Eres un desaparecido. Y te he traído desde el otro
lado del océano como un amuleto que me protege de la amnesia. Desde
Tunja, enmohecida de garúas. Desde Bogotá, repleta de podredumbre. Desde
Medellín, asediada por paramilitares y desplazados. Y odio esa palabra,
desaparecido, que designa el estupor y la ausencia. Un rostro sin
rasgos cuando yo me guio en las sombras de París con tus ojos. Y odio el
insomnio que en mí no cesa desde hace siglos. Pero a veces me es dado
salir a caminar bajo la ciudad apaciguada. Y tropiezo con esta calle
cuyo nombre no pronuncio. Aunque recorrerla es como nombrar la lluvia y
saber que no hay olvido. Escucho tu voz y me detengo. Extiendo la mano y
del vacío emerge la tuya. Ambas, en silencio, se rozan.
Mi mano busca en el vacío. Antología poética. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2019.
(Fuente: La comparecencia infinita)
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