EL PASO DE LA MORENA
se contoneaba por el malecón,
gata garbosa,
rebosante de lumbre de mujer:
tránsito y trópico
cesaron,
callaron comadreos, orquestinas y bafles,
enmudecieron las cicadas
y los cocoteros se inclinaron devotos.
avanzaba insolente y luminosa
sobre sus altísimas andas
la santa morena:
sus nalgas dos bajeles
cargados de oro indiano,
sus piernas
los túrgidos pilares
que sostienen el firmamento,
sus senos déspotas,
potrancas levantiscas,
sus labios promesas
de arcanos bestiales.
y sus ojos,
¡ay, los ojos negros de la luna!
¡puyas hincadas muy dentro de mí!
de repente
y eclipsando su desvergüenza
una nube se hinchió de envidia:
un enamorado lanzó la última saeta,
regresó la brisa y acarició suave las palmeras,
reincidieron bullangueros los merengues,
los carros aceleraron,
los pregones volvieron a resonar
y las chicharras reanudaron aliviadas sus letanías.
había pasado la imagen de la morena.
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