domingo, 20 de noviembre de 2022

Daniel Quintero (Buenos Aires, 1957)

 

Elogio de la carne asada 

 
 
Carbón o leña preguntan
yo sólo soy un adicto al fuego
 
sufro por la carne que aso
sobre las brasas el tiempo se detiene
 
una música sostiene su ritmo
ah! si tuviera el oído perfecto
como perfecto tengo el apetito
descubriría en qué tono chilla
la grasa cuando cae
de la misma manera que sé
cuánto falta de cocción
 
del lado del hueso también
va mi esqueleto así
refuta su adjetivo
advierte verbo
matanza acarreo mugido
sé que llevo las de perder
enfrentándome al ácido úrico
no puedo creer
que tanta belleza a la parrilla
sea dañina
recuerdo a mi padre
enseñándome desde la primera chispa
poner a arder leña o carbón
que preguntaban
limpiar los hierros
santificar los domingos
agradecer a la vaca su paciencia 
 
aunque parezca apología de la carne cadavérica
no hago otra cosa que
trasmitir cultura
sobre todo al descorche de una botella donde ahí sí
descubro el tono de su música
 
"confieso que he bebido"
parafraseo mientras recuerdo
Isla Negra
no puedo cometer errores
el fuego sigue con su mandato
de supervivencia
¿quién le habrá dado eternidad?
 
juego con las llamas marcadas
la carne va mutando
ya no se ve como el cadáver que era
ahora parece una postal
un recurso de entusiasmo
una foto para los gringos
un grito de "Viva Perón"
 
volverá a la vida
cuando ingrese
en mi aparato digestivo
disfrutaré sabor y continente
pampa húmeda
y el grito de oferta
de los rematadores:
recuerdo cuando mi viejo
me llevaba al Mercado de Abasto
media reses colgadas
baja el martillo de remate
¿quién da más?
 
sigue chillando fuego y grasa
el vino tinto me adopta
soy un huérfano
que perdió su familia
entre las parras
huele rico la costumbre
y la memoria de niño
hundo un puñal
entre la carne
no es mi grito
es el verbo agradecer
lo que sucede
hago lento este recorrido
saboreo imagino el trabajo limpio
con el humo de la carne toco el cielo
como si mis manos de carbón
fueran un diamante.

 

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