Alabanza de los días por venir
En lo que va del año he perdido amigos, muchos amigos;
ya es hora de abandonar la poesía,
no eran buenos amigos, ni mucho menos arientes o parientes
de la poesía que siempre les juega la cabeza.
Eran, eso sí, lambeculos oportunistas del reino de los cielos,
organizando siempre ágapes
que devienen alabanzas, mamadera de gallo: reino ex nihilo
(alucinado), de los celos picantes.
Pero, en verdad, ¿a quiénes he perdido? El coro dice:
“a malos versificadores peseteros que negocian y renegocian cuerpo
y espíritu”.
En lo que falta del año, espero un nuevo vendaval que
me despoje de oscuros geniecillos del mal, insignificantes traidores;
felices los que tienen la soledad por compañía.
¡Viva la poesía!, que es el único sendero posible para
poder decir:
¡Muerte a la poesía!: la boba, instrumentalizada poesía,
la que puso alfombra a las ideologías y se marchó en auto stop
con el primer pelafustán de la palabra chatarra,
la palabra comprometida,
haciendo bulto a la puerta de claudicantes usinas, nosotros, los
elegidos, la vanguardia del pensamiento una estrella en la frente.
A boca llena puedo decir que soy un hombre afortunado
que vivió al filo del poema es un acorazado de bolsillo.
En casa la poesía a nadie por destino motivó: la sangre que me
recorre se ilumina en el latir de otras incertidumbres
(Fuente: León Félix Batista )
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