TRES POEMAS DE LA MUERTE SIN MAESTRO
SI un día de estos no sé parar si enseguida muero,
dijo Emilia David, panadera,
no sé si hacer un poema no es hacer un pan
un pan que se saque del horno y se coma caliente aún por
[entre las líneas,
un día de estos veo que no voy a parar nunca,
las manos de súbito llenas:
el mundo es sol fuego y pan cocido,
y el fuego es el que da al mundo los fundamentos de la
[forma,
pan crecido en las tierras de Francia,
pan corto ahora en estos reinos salados,
si no sé parar si no caigo enseguida allí redonda en el
[suelo frío
como si cayese hondo en mí misma,
la mano dentro del pan para comerlo
―dijo ella
―――――――――――
QUERÍA encerrarse entero en un poema
labrado en lengua al mismo tiempo plana y plena
poema en fin donde cupiesen los diez dedos
desde la rueca al huso
para allá dentro quedar escrito derecho e izquierdo
quiero decir: todo
vivo moribundo muerto
la sombra de los elementos encima
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QUE ningún otro pensamiento me doliera, ninguna
imagen profunda:
noche erguida hasta la última estrella
clavada entre mis ojos ciegos
Herberto Helder
La muerte sin maestro
Traducción de José Luis Puerto
Ediciones El Gallo de Oro
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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