viernes, 25 de noviembre de 2022

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

PEÑA DE MUERTOS ALREDEDOR DE TU NOMBRE

(Coloquio, orquestación y baile).

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Oye
que están hablando de ti;
la mañana es voluptuoso vientre
y un tibio sol ilumina
la vida de las bestias
y las flores.
Oye aquel coloquio de abejas
de fenicia estirpe
que hacen su fortuna con
la flor del brezo
que crece en tu jardín,
como revolotean en círculos
alrededor de tu nombre
que es dulce y oneroso
como un secreto;
siente como lo aguijonean
con el chisme venenoso
de la muerte
y así tembloroso abre y grita
su más preciado tesoro.
Hablan de ti
y lo que dicen te concierne
como todo lo que es flujo y refuljo
le concierne a las mareas.
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Oye
pero oye con el ombligo
que es una línea segura entre los mundos
y un ventanuco donde tu alma espíe
los suntuosos hilares conque los muertos preparan
un traje nuevo para tu nombre.
Esta es nuestra casa, dicen, y así te llaman
porque casa es tu nombre verdadero y el nombre propio de todas las cosas:
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“Antes que nada, te llamas casa, y ansiosamente esperamos que oigas
pues no nos es dado cruzar el umbral de una puerta cuyos goznes
no hablen esta lengua conque las cosas y los muertos
nos entendemos desde siempre”.
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Ah, pero tú no oyes,
en cambio sigues silbando la tonta melodía de los vivos
y así de todo te salvas.
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Oye: toda cosa que rueda y corcovea bajo esta luz, sobre este vientre,
todo lo que luce y se empavona en su erecta concupiscencia con la carne
contrae deuda con su sombra.
De ahí que los muertos asomados a los altísimos barandales del alba
te llamen por tu nombre verdadero,
que es el nombre donde tu nombre mugiente pasta
los tiernos tallos de la dicha y de la pena;
como viejos amigos hundidos sin desgracia en la imbatible piedra de
tu memoria te nombran para que recuerdes
que tu deuda de vida pende como una sentencia sobre tu carne.
¿O acaso creíste en la gratuidad de este sol que es justo como una moneda?:
Así como el agua se debe a la sed, así con todo.
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Pero sonríe,
porque se regocija la vida en la muerte tu viniste a nacer con un
ombligo que es grande como este mundo
y tu nombre propio cuelga ahora de la viga como de un gancho
la res del carnicero.
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Llegarán las moscas, claro que llegarán: tus muertos alados
vestidos a la usanza de viejos gangsters italianos
harán contigo un hidromiel más liviano que esta brisa en que ahora
duermes y te ensueñas en precioso instante,
y llevarán el ansiado tesoro de tu nombre al vergel donde pastan, indistintamente,
los hombres y los dioses.
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Ah, pero tú no oyes
y acaso sin saberlo te jactes de haber oído suficiente:
Porque esta mañana es hija del día y de la noche deduces que fornican incansables
sobre la extensa franja del horizonte ¿Oyes también acaso cómo se hincan el uno
sobre el otro y juntos corcovean contra el perpetuo círculo
de hielo, ese ardor que es apenas nuestra única esperanza
contra los incansables témpanos de lo eterno?
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Oye
Oye
.
Eso que suena como el tiempo es el trajín y el fervor de los enormes galpones
que se erigen en el alba, allí donde tú viniste a nacer de una madre embadurnada
de días y noches, y ese olor crespo que los hombres despiden tras hundir su blanco desconcierto en las dulces tan dulces entrañas de la tierra.
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Pero no baste decir que el día se hinca en la noche, que de esta sombra y de este río estamos hechos para que tus muertos entrañables suelten su más oscuro secreto: regurgita en la mañana la vida de los muertos
pero tú sólo oyes un clamor de grillos y el canto de las aves y el golpe de metal
conque el usurero inaugura la jornada del pan y del hambre; mientras tanto lo que vive muere y lo muerto teme nacer lo mismo que tu carne teme los gusanos.
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Pero no oyes, en cambio sigues silbando la tonta melodía de los vivos.
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Oye, que tú también eres agua que tiembla bajo los astros;
son los muertos que están vivos y te llaman por tu nombre verdadero,
que es boca y dentellada donde tu nombre muerde
el tierno tallo de vida.
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(¿O acaso crees que alguna res vive solo de aquello que mata para su hambre?).
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De ahí que los muertos están preparando un traje nuevo para los vivos;
sobre los fríos taburetes del alba ellos montarán sus Overlocks fantasmales
y hablarán de cosas que deberías oír porque te conciernen.
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Pero dime, ¿cuándo fue la última vez que oíste la armónica del afilador
cosiendo con hilo rojo el meridiano de la tarde,
pero como si en verdad soplara dentro del fémur de un hombre
que amó la vida? ¿Y cuándo la última vez que te dejaste lamer por las
sedientas lenguas del verano
a esa hora en que las chicharras tejen y destejen en el aire ascendente
la trama de días y calles y nombres en que te perderás irremediablemente,
para luego encontrarte y volver a perderte, y así
hasta agotarte, hasta hacer de vos un músculo atento aferrado a esta sentencia
que llamamos vida?
Ah, los muertos están vivos y golpean con manos jubilosas la
débil corteza de tu nombre, ellos te dicen que sigas, que te detengas,
que caves una fosa tan oronda como la dicha los besos como los amantes,
sobre este lado de la tarde donde tu vida deriva hacia un territorio y
un tiempo que ya han sido expropiados. Ah, estos muertos entrañables que son tuyos
como ahora es tuya esta sombra que crece y se ensancha del otro lado de la ventana,
tan frágil e indestructible que los hijos de tus hijos jurarán que su misma sombra envejecida.
Con endulzados labios, tibios de un amor anterior, estos muertos que son
dulces y te aman como amas acaso sin saber la endeble costura
de la vida, te hablan como le hablara a un hijo el padre que regresa
de un largo destierro:
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“¿Pero dime, quiénes te amarán con tanta constancia, con tanto apremio como nosotros,
los constituyentes de tu sombra, aquellos que ya estuvimos aquí y llamamos con ávidas manos e hicimos la pregunta impronunciable y no hallamos respuesta, porque no había ni lengua ni boca que nos responda?”.
 
 
 

 

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