jueves, 6 de marzo de 2025

Roberto Obregón (Guatemala, 1940)

 

El son del muerto

 

 

 

 

 

Sombra y llama

 

Esto que llevo dentro, es la sombra

de un jaguar.

 

Parece incendio agazapado

en una llama.

 

Mas no captarás el junco de su salto

y se beberá tu sueño.

 

 

 

 

Tormenta y recogida

 

Tormenta recogida en si misma

— mi tribu.

El incendio que es mi raza,

despierta.

A medida que sube por mi estrofa,

las sombras caen escalera abajo…

Navegan los míos sobre lava,

sobre sangre,

y reman con fusiles.

En mi tribu late una erupción.

 

Es lava emplumada.   Ardiente.

¿y qué se hicieron aquellos que sólo sabían

florecer

en el lloro de la marimba?

¿ Los que llenaron de tierra sus tambores

y morían al canto del tecolote?  ¿Dónde están?

preguntan.

Aquí — respondemos —, ya únicamente sabemos

disparar

 

Ríos de lava hirviente.    Ríos que si truenan

es porque arrastran piedras, mitos y más piedras…

¡Piedras! ¡Entendieron?…

 

 

 

 

Las inscripciones

 

una señal de la aurora
la traían en su corazón
Popol Vuh III, Cap.VI

 

1

 

No podemos encender la hoguera

Mojado está el bosque

podridos están los troncos.

No podemos quebrar los colmillos del frío

Arrancar

Y recobrar nuestros huesos entumecidos

En la humedad   en el agua

Nos ha tocado prender la hoguera

En la oscuridad en la noche

Nosotros somos la región más espesa

A oscuras sesionamos bajo la helada

Y conferenciamos sobre nuestro quehacer

De cómo allí los muertos continúan

Jugando un gran papel en la guerra

De qué manera se escogen entre todos

Quiénes llevarán a la espalda el mayor peso

En los gatos

De agudo peligro

Acérquese los del fuego

Los enamorados de la vida

Nos calentaremos con estos nuestros corazones

Hechos leña bajo este rudo temporal

Pero contentos

 

 

2

 

Yo escogería a León Felipe,

el de la España.

Pagaría página por página

A medida

Que fuera escribiendo mi destino.

Él sabe desgajar

La sombra de la historia,

Desnuda lo que se hace no visible

Por la mucha luz del día.

Claro, solamente por lo de la antorcha.

Ahorraría, eso sí,

Los charcos de humo

En los que se disuelve la llama

Y alumbraría mi casa

Y la calle alumbraría.

 

 

3

 

Lloro a los pies de la lluvia

Con la cara entre sus enaguas

Me sumerjo en una danza

Su música

Al compás de los mecatazos

De agua

Arreando la oscuridad

Desciende de la montaña

Como el pino

Desciendo de la montaña

Como el pino

Que con la copa en llamas

Alumbra desde una cumbre

Agazapado como coyote

En el ágata

Le cuento las garras

Al dolor

Mido su salto

Desmanojo y sumo

Las espinas de la vida

Por fin recuento las huellas

Sugeridas

Por la estrella de la mañana

Tiemblo de alegría

Mientras acecho

Contemplándola resollar

En un claro

Del cielo

Oculto entre los pétalos

De la cascabel

Me vengo como si me trajera

El viento

Bailando

A juncazos

Sobre un solo pie

Desplegando los anillos

De mi son

De guerra

Alzo con fuerza mi rabia

Milenaria

Y de un sombrerazo

Le desbarato el hocico a la muerte

 

 

4

 

Los pétalos de la lluvia se apaciguan

Al rozar la piel del río.

Al caer al agua apágase el metal azul

De los ojos de mi caballo

Desatado en un susurro sobre la arena.

Entre acantilados y grutas tenebrosas

Y piedras lisas de tanto lavar en ellas

Fluyen, empavonados y de alas rumorosas,

Bandadas de clarineros de agua.

De un latigazo, una lagartija

Alcanza la otra orilla y desaparece en la yerba.

La noche poco a poco se transforma

En una yegua negra salpicada con gotas de rocío

Que resbalan, refulgen y desaparecen

En la maraña oscura de la cola.

Al sentir mi presencia el campo se retira

Arrastrándose, cauteloso, entre cedros y laureles

Acertado mi oído, sereno, a pasos plumosos,

Llega en gotas de sonora madera mojada

El entrañable discurso de un tecolote

Y a la hora indicada, por el mismo canal

Por el que veo surgir la sigilosa espina,

Oigo, atento, el aroma poroso de la miel,

O las yemas moradas de la muerte

Disueltas en el son de una víbora cascabel.

 

 

5

 

De balde la lluvia desgaja sus carnes humedecidas

Si nadie las escucha y nadie se moja en su velorio

Solloza como una mujer ultrajada

A quien oímos mientras dormimos

Y es un pétalo de agua terso y azul y sin límites

Desolado como las noches de una maestra de aldea

Pero a la cual no por supuesto no se le deben

Ni siquiera amigo las gracias entre dientes

Como al hombre que pasa y a tiempo hace un favor

No viendo en tal hecho más que el milagro de un santo

La lluvia le aseguro señor es un formidable

Animal doméstico -sabe hasta oraciones-

 

 

6

 

La lluvia no ha tenido otra necesidad

Que la de ser lluvia    a torrentes     tenue

Para llegar a ser lo que significa en mí,

En sí misma –agua que cae, llorando sola

Pero de repente la lluvia sintió la urgencia

De ser mujer y de ser humano, solitario,

Para escucharse a sí misma, como yo solo,

Y seguir llorando como llora la lluvia.

 

 

 

 

La marimba

 

Se procede a cortar el hormigo

y se arrastra al patio de la casa.

A la fuerza.

 

Se deja botado para que le penetre el sol

durante varios días.

Y que se le filtre la luna.

Es aconsejable ahumarlo, arropado.

 

En fin, dejarlo así y hacer como que uno

ni se fija en él. No hacerle caso.

Solito irá absorbiendo

lo que de lloro tiene el guas y la lluvia,

el cascabeleo de la cascabel,

lo que de entrañable tiene el tecolote,

lo que de puñal tiene el canto del clarinero.

Como pararrayos atraerá

los rumores del bosque,

el grito de un árbol bajo el pie del rayo,

el susurro del tiempo,

la desnudez del agua

y el hablar de la mujer triste.

Porque para eso es palo de música,

madera de alegrar.

Para eso sirve, el hormigo.

Y cuando alcanza su punto,

se va corriendito

a llamar a los adiestrados,

a los entendidos,

aquellos que saben medir la hondura

y la delgadez de las rajas o teclas

(las que de preferencia

se asientan con una botella

sin echarles barniz),

se convoca a aquellos que gradúan

la tensión de los cordeles

y sopesan la vaciez de los tecomates o cajones.

Y ya hecha la marimba

(animal precolombino,

cuadrúpedo, mamífero, recolector y bullicioso)…

entonces, ya terminada, ¡soltarla!
Que se vaya por entre los poblados

y caseríos y por esos rumbos

que amenice los casorios

y festeje nacimientos,

que levante zarabandas en todos los rincones.

Y ojalá la dejaran entrar en los velorios.

Bueno, y que sirva de distracción

a todos aquellos que de por sí son silenciosos.

Para eso es palo de música,

madera de la que se extraen sonidos y cosas.

 

Que lave la amargura del rostro del mundo.

Y que cuando llegue la guerra

también que esté presente.

Porque ella, como una vaca milenaria,

bebe de nuestra sangre,

suena al son que sonamos

y le viene sobrando

¡que otros le anden averiguando la querencia!

 

(Fuente: Revista Altazor)

 

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