El son del muerto
Sombra y llama
Esto que llevo dentro, es la sombra
de un jaguar.
Parece incendio agazapado
en una llama.
Mas no captarás el junco de su salto
y se beberá tu sueño.
Tormenta y recogida
Tormenta recogida en si misma
— mi tribu.
El incendio que es mi raza,
despierta.
A medida que sube por mi estrofa,
las sombras caen escalera abajo…
Navegan los míos sobre lava,
sobre sangre,
y reman con fusiles.
En mi tribu late una erupción.
Es lava emplumada. Ardiente.
¿y qué se hicieron aquellos que sólo sabían
florecer
en el lloro de la marimba?
¿ Los que llenaron de tierra sus tambores
y morían al canto del tecolote? ¿Dónde están?
preguntan.
Aquí — respondemos —, ya únicamente sabemos
disparar
Ríos de lava hirviente. Ríos que si truenan
es porque arrastran piedras, mitos y más piedras…
¡Piedras! ¡Entendieron?…
Las inscripciones
una señal de la aurora
la traían en su corazón
Popol Vuh III, Cap.VI
1
No podemos encender la hoguera
Mojado está el bosque
podridos están los troncos.
No podemos quebrar los colmillos del frío
Arrancar
Y recobrar nuestros huesos entumecidos
En la humedad en el agua
Nos ha tocado prender la hoguera
En la oscuridad en la noche
Nosotros somos la región más espesa
A oscuras sesionamos bajo la helada
Y conferenciamos sobre nuestro quehacer
De cómo allí los muertos continúan
Jugando un gran papel en la guerra
De qué manera se escogen entre todos
Quiénes llevarán a la espalda el mayor peso
En los gatos
De agudo peligro
Acérquese los del fuego
Los enamorados de la vida
Nos calentaremos con estos nuestros corazones
Hechos leña bajo este rudo temporal
Pero contentos
2
Yo escogería a León Felipe,
el de la España.
Pagaría página por página
A medida
Que fuera escribiendo mi destino.
Él sabe desgajar
La sombra de la historia,
Desnuda lo que se hace no visible
Por la mucha luz del día.
Claro, solamente por lo de la antorcha.
Ahorraría, eso sí,
Los charcos de humo
En los que se disuelve la llama
Y alumbraría mi casa
Y la calle alumbraría.
3
Lloro a los pies de la lluvia
Con la cara entre sus enaguas
Me sumerjo en una danza
Su música
Al compás de los mecatazos
De agua
Arreando la oscuridad
Desciende de la montaña
Como el pino
Desciendo de la montaña
Como el pino
Que con la copa en llamas
Alumbra desde una cumbre
Agazapado como coyote
En el ágata
Le cuento las garras
Al dolor
Mido su salto
Desmanojo y sumo
Las espinas de la vida
Por fin recuento las huellas
Sugeridas
Por la estrella de la mañana
Tiemblo de alegría
Mientras acecho
Contemplándola resollar
En un claro
Del cielo
Oculto entre los pétalos
De la cascabel
Me vengo como si me trajera
El viento
Bailando
A juncazos
Sobre un solo pie
Desplegando los anillos
De mi son
De guerra
Alzo con fuerza mi rabia
Milenaria
Y de un sombrerazo
Le desbarato el hocico a la muerte
4
Los pétalos de la lluvia se apaciguan
Al rozar la piel del río.
Al caer al agua apágase el metal azul
De los ojos de mi caballo
Desatado en un susurro sobre la arena.
Entre acantilados y grutas tenebrosas
Y piedras lisas de tanto lavar en ellas
Fluyen, empavonados y de alas rumorosas,
Bandadas de clarineros de agua.
De un latigazo, una lagartija
Alcanza la otra orilla y desaparece en la yerba.
La noche poco a poco se transforma
En una yegua negra salpicada con gotas de rocío
Que resbalan, refulgen y desaparecen
En la maraña oscura de la cola.
Al sentir mi presencia el campo se retira
Arrastrándose, cauteloso, entre cedros y laureles
Acertado mi oído, sereno, a pasos plumosos,
Llega en gotas de sonora madera mojada
El entrañable discurso de un tecolote
Y a la hora indicada, por el mismo canal
Por el que veo surgir la sigilosa espina,
Oigo, atento, el aroma poroso de la miel,
O las yemas moradas de la muerte
Disueltas en el son de una víbora cascabel.
5
De balde la lluvia desgaja sus carnes humedecidas
Si nadie las escucha y nadie se moja en su velorio
Solloza como una mujer ultrajada
A quien oímos mientras dormimos
Y es un pétalo de agua terso y azul y sin límites
Desolado como las noches de una maestra de aldea
Pero a la cual no por supuesto no se le deben
Ni siquiera amigo las gracias entre dientes
Como al hombre que pasa y a tiempo hace un favor
No viendo en tal hecho más que el milagro de un santo
La lluvia le aseguro señor es un formidable
Animal doméstico -sabe hasta oraciones-
6
La lluvia no ha tenido otra necesidad
Que la de ser lluvia a torrentes tenue
Para llegar a ser lo que significa en mí,
En sí misma –agua que cae, llorando sola
Pero de repente la lluvia sintió la urgencia
De ser mujer y de ser humano, solitario,
Para escucharse a sí misma, como yo solo,
Y seguir llorando como llora la lluvia.
La marimba
Se procede a cortar el hormigo
y se arrastra al patio de la casa.
A la fuerza.
Se deja botado para que le penetre el sol
durante varios días.
Y que se le filtre la luna.
Es aconsejable ahumarlo, arropado.
En fin, dejarlo así y hacer como que uno
ni se fija en él. No hacerle caso.
Solito irá absorbiendo
lo que de lloro tiene el guas y la lluvia,
el cascabeleo de la cascabel,
lo que de entrañable tiene el tecolote,
lo que de puñal tiene el canto del clarinero.
Como pararrayos atraerá
los rumores del bosque,
el grito de un árbol bajo el pie del rayo,
el susurro del tiempo,
la desnudez del agua
y el hablar de la mujer triste.
Porque para eso es palo de música,
madera de alegrar.
Para eso sirve, el hormigo.
Y cuando alcanza su punto,
se va corriendito
a llamar a los adiestrados,
a los entendidos,
aquellos que saben medir la hondura
y la delgadez de las rajas o teclas
(las que de preferencia
se asientan con una botella
sin echarles barniz),
se convoca a aquellos que gradúan
la tensión de los cordeles
y sopesan la vaciez de los tecomates o cajones.
Y ya hecha la marimba
(animal precolombino,
cuadrúpedo, mamífero, recolector y bullicioso)…
entonces, ya terminada, ¡soltarla!
Que se vaya por entre los poblados
y caseríos y por esos rumbos
que amenice los casorios
y festeje nacimientos,
que levante zarabandas en todos los rincones.
Y ojalá la dejaran entrar en los velorios.
Bueno, y que sirva de distracción
a todos aquellos que de por sí son silenciosos.
Para eso es palo de música,
madera de la que se extraen sonidos y cosas.
Que lave la amargura del rostro del mundo.
Y que cuando llegue la guerra
también que esté presente.
Porque ella, como una vaca milenaria,
bebe de nuestra sangre,
suena al son que sonamos
y le viene sobrando
¡que otros le anden averiguando la querencia!
(Fuente: Revista Altazor)
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