
MIENTRAS ME MATAN
después de a setenta, después de a quinientos,
hay que ver cómo me matan ahora de a miles en cada esquina,
en cada feriado,
cómo fabrican sueldos y galones con los huesos que me quedan,
cómo fabrican calabozos para poner algún rincón de mis pantalones,
y cómo se turnan entre gordo y gordo para
ver de qué ojo muero primero,
pero resulta
que cada vez soy más uno de los otros,
uno de los que nacen y renacen y vuelven a nacer entre los fuegos,
que cada vez tengo más luz, más pájaros, más flores en la puntería,
que cada vez
me soporto más elegantemente entre los fierros y los veranos,
y hay veces que me pregunto –me digo para mí– si ellos
no harían mejor en cambiar de uñas y de cuentas,
de andar de peldaño en peldaño hacia abajo de las luces,
o en comprarse una sangre nueva, una sangre más limpia
para usar en feriados y domingos.
Porque eso de matarme tanto con papeles no terminará nunca,
y ya se sabe que la primavera avanza
sobre los huesos y los aullidos del invierno.
//
El 25 de junio un grupo de tareas lo secuestró en su domicilio. Dardo lo presentía. A continuación, los últimos versos que escribió y que Nelly, su compañera, encontró en un cajón de su escritorio:
Desde hace tiempo siento la amenaza
de este viento sobre la luz de mi lámpara,
sobre esa luz que apenas me alcanza
para no perderme entre las garras del mundo,
entre los dientes de esa inmensa muchedumbre
de lobos en la sombra.
//
Poeta y herrero nacido en San Andrés de Giles, detenido-desaparecido en Luján el 25 de junio de 1976.
Dardo tenía 63 años. Aún continúa desaparecido.
(Fuente: Cecilia Pontorno)
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