La diligente realidad,
la prolija.
La del nacimiento,
si es que lo hay,
la del macizo muro,
la del ADN y los ectoplasmas.
La realidad
de órganos expuestos,
la del páncreas,
la de nada de eso.
La curtida,
luminosa,
idolatrada escorpiona,
la del dolor invisible
y la risa que vacila.
La realidad irrefragable,
la los drones y los hadrones,
turbia,
avergonzada,
de espaldas,
la cautelosa.
La realidad
como desprendimiento
de retina de los dioses
y los monos,
la de las atrocidades,
la dulce, consentida,
la de aquellos paraísos
artificiosos,
burda,
amañada,
bombástica,
humilde.
La realidad
que está y no está,
la que queremos y no vemos,
y al revés,
la que no es ni será,
la que arranca los dientes,
la boba,
ideada y servil,
la sublevada
del espejo y la gruta,
la de los números
y símbolos,
la bruta realidad,
mendaz,
aguachirle,
esta realidad
perspicua,
indoblegable creo,
la virgen y la puta,
la no mancillada
por cualificadores
y soldados medievales.
La realidad
que se envanece
y desvanece
cuando termino
de escribir alguna palabra,
la misteriosa permanente,
la expectante,
la que se moldea
a medida que pensamos
o actuamos,
la vencedora de sí misma,
ajo, vino, basalto,
alquitrán,
la realidad
esclava
de la deformidad
de la expresión y el tacto,
la realidad
que no es real
que es y no es
y es lo mismo,
o algo que se meta ahí,
la paralela,
la isósceles,
la de los dados
estremecidos,
la de la inventada vida
y muerte.
- Inédito -
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