miércoles, 25 de diciembre de 2024

Michael Benítez Ortiz (Bogotá, Colombia, 1991)

 

El gigoló de los dioses / Luis Ernesto Valencia (1958-1968) 

Presentación

Luis Ernesto Valencia, un niño que los va a dejar azules

Escribo temblando. Hay demasiada luz destilada en esta escritura. Son tres las formas de la lucidez: la de la infancia, la de la poesía y la de la cercanía con la muerte. Tres abismos, tres límites; todo eso es un niño de huesos largos, nervioso y juguetón.

Luis Ernesto se sienta a mi lado –como siempre-, enciende un cigarrillo y me dice que cuente todo lo que sé de él, que no me dé miedo, que sí no es que soy muy verraco, muy nadaísta. Empiezo.

La poesía ilumina: es una forma de ver, de afinar los sentidos, de profundizar en la realidad. De diluirse en ella. El poeta tiene mucho de sabio y de curandero. Luis Ernesto era un niño brujo que escribía poemas. Increíble.

El humor es una posibilidad muy alta de conocimiento. El que entiende no argumenta, sino que se ríe. Por eso, solo por eso, dios es un gran bailarín.

La visión del morir, el habitar ese lugar que está entre lo que somos y nuestra propia muerte. Ahí está la poesía y el amor. Luis Ernesto vivía en ese espacio con absoluta naturalidad, sin desdicha, configurando el universo, como un pequeño monstruo creador. Más allá de la ignorancia, del arcaico discurso racional, está la vida; Luis Ernesto, con sus 10 años, pues un animal de su linaje no necesita más, lo sabía.

No hay familia, ni educación. Está la calle, el abandono. Está la amistad como posibilidad real de amar, de esquivar las balas, de tejer la telaraña. El Nadaísmo es eso: el amor en las tripas de la orfandad.

Luis Ernesto sonríe con lo que escribo, me mira con sus ojos brillantes: está tranquilo. Me dice que lo único malo de estar muerto es que las guanábanas no son tan ricas. “Pero eso no importa”, remata. Luis Ernesto, El Gigoló de los Dioses, está feliz por la publicación de su libro. Por fin, ¡Jueputa, por fin! Me dice que Gonzalo Arango, Elmo y María de las Estrellas también están dichosos por eso.

Ya no es necesario saber nada más.

Bogotá, septiembre de 2020

 

El gigoló de los dioses. Poesía reunida. Bogotá. Ruido Ediciones. 2020. Pág. 7-8.

 

(Fuente: La Mecánica Celeste)

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