INACAYAL
INACAYAL, gran cacique rebelde de Tecka, se encuentra barriendo
los pasillos del museo de Ciencias Naturales de La Plata. Come y
caga donde duerme, en el mismo subsuelo de ese edificio.
El famoso perito le hizo el favor para que sea su sirviente. Él y toda
su familia le tienen que estar agradecidos a don Francisco Moreno,
que vive majestuosamente en la nave central.
Porque el museo ha sido creado como una espiral evolutiva, como un
y arriba, la reinante especie superior.
Inacayal, a medida que va limpiando, ve como su familia se va muriendo
y casi instantáneamente es ubicada en algunas de las vitrinas. Hay que
demostrar que el indio no existe, que está extinguido. Pero Inacayal
limpia el vidrio tan afanosamente como si se fuera a gastar, como si
pudiera liberarlos. Todos los días. Y todos los días hay algún ejemplar
nuevo en la vitrina.
Hasta q un día intuye que le va a tocar a él. Entonces, ante la inminencia
de su ¿muerte?, de su ¿liberación?, Inacayal se desnuda en las escalinatas,
entre los dos grandes tigres dientes de sable, para que el sol le entre en
la piel, para que Inacayal entre, también, en ese sol.
Los ginkgos del lugar saben de esta historia. Cuando el viento se pasea
por el bosque, los abanicos de estos árboles lo nombran: "Inacayal,
Inacayal...", mientras la gente hace fila para ver al diplodocus, con un
paquete de garrapiñadas en la mano.
Inacayal, Todos podemos ser Raymond Carver, Ed Pixel, 2017.
(Fuente: Ariel Montesinos)
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