martes, 24 de diciembre de 2024

Alice Fulton (EEUU, 1952)

 A Poet’s Wisdom: Alice Fulton - The Cornell Daily Sun

Dónde están las impolutas estrellas

 

Todo el mundo pasa Nochebuena a la deriva
en las escaramuzas del cuerpo, mezclando
luces con sombras, defendiéndose
a los codazos y mirando
feo. El aire está cargado
de lana húmeda y plumas de ganso. ¿Dónde están
las estrellas, impolutas
como grandes ideas? Detrás de aquellas nubes
que saturan los cielos
de barro luminoso, de los transbordadores
con su aureola de polvo, de la contaminación
lumínica de los jets que sostienen
el curso de las cosas. Los chicos patean una pelota
que rebota del suelo al techo y pasa
sobre la mesa con el arbolito encima
que rebosa de adornos regalados
por Burger King y de luces que de vez en cuando
aciertan en su triste parpadeo. Un hito: todo

el mundo mira y se queda mirando para 
cerciorarse de que en verdad pasó. Los lavarropas
de carga frontal parecen televisores abstractos.
Y la programación es importante:
habla de la confusión y la suciedad
con que tratamos de esconder la vida.
Pero éste no es el lugar 
para eso, donde los pervertidos
conocidos y aún por conocer
vienen a piratear ropa interior 
y los inocentes se aferran
a sus calzones navideños.
Las reglas son explícitas: sólo las prendas 
más resistentes, el superyó
del atuendo, son capaces de tolerar
semejante agitación. Y sólo los pobres
están invitados a aguantarse los estornudos 
por el jabón en polvo y la limpieza del resentimiento.

Imagínense una instalación en un museo:
200 hipnóticos lavarropas cargados de telas
a los tumbos. Los críticos podrían recoger el guante,
con declaraciones que cayeran como sobretodos
de oro y plata,
cota de malla sobre cada máquina:
“Este Laverrap de sitio específico
se baja de la torre de marfil para confrontarnos
con un realismo de magnitudes
sociopolíticas. El vertiginoso movimiento
de los estampados, colores y texturas impregna
estas obras de un abundante éxtasis
inconsciente. La suavidad de la forma
circula con vigor
por las pantallas. No se le informan
al espectador las causas
de la suciedad, aunque somos testigos
del proceso de ablución. El mensaje:
no somos impecables”.

A quién no le encantaría
saberlo. Y por eso, nos fuerzan
a espolvorear una empatía piadosa
sobre la franela repleta de pelusa, el nylon con sus huecos,
la pantalla frontal 
que proyecta esta luz
con su industria ligera, 
el arbolito bobo 
y los jingles sobre las navidades
blanquiazules, las castañas, los cascabeles,
mientras cae la nieve sobre todo
lo que queda a la vista:

desde las máquinas que entregan 
esos chicles esféricos que rebotan
al caer y los auditorios crepusculares
de pisos pegajosos
hasta las mansiones destartaladas
repletas de animales sonrientes
de porcelana donde la luz se escapa de un sacudón
de las pantallas de los televisores y las viejitas
frágiles como bastones
barren la entrada a las ocho de la mañana.
Así como la nieve vuelve clásico
lo que dista de ser impecable,
y sacude lo soso o pasajero
más rápido o más lento para que así podamos
contar apenas con que después se vaya,
dándole una lección 
de liquidez
a lo que quiere presentarse sólido.
 
 
 Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib 

 

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