«Lenguaje de la memoria»
Tú,
nosotros, yo. ¿Recuerdas? Él tenía la edad que tienes ahora. Alto. El
rifle. Cuatro, luego siete, después diez. Kalandia. Ramala. Septiembre.
Yarmouk. Kuwait. ¿Puedes pronunciar su nombre? Todos quieren futilidad.
Que se desesperen y languidezcan, que su orgullo parezca cobardía. Nací
prófuga, el manto de la eternidad me cubre. Si no es en esta vida, en la
próxima. Si no somos nosotros, los que vienen. Lo olvidarán. En mi
cabeza enumero masacres por décadas. No es posible saber lo que robaron.
¿Qué sé yo de robos? ¿Qué sé yo de pérdidas? El gas lacrimógeno dañó
para siempre mis pulmones. Me da miedo mi útero. Abril, el miedo a la
maternidad. ¿Qué se supone que debí decirle? Maryam llamó. ¿Creyeron que
una engendra vacío? ¿Padre de qué? Los golpes me dejaron como un bebé
indefenso. Mi hija también tendrá que aguantarlos. Como su madre, cuando
crezca se convertirá en su madre. La bandera de fuego incendiándola. La
prisión, el sonido de las bombas, las estampidas. Crecí entre manos que
registran las paredes en busca de radios, que ejercitan la paranoia. La
hija de mi madre. Sus ojos y su voluntad. Conozco la huella de la
guerra. Yo también jugué entre casas abandonadas. Metí los dedos en los
agujeros de bala como si fueran un portal, un espejo que da al otro
lado, imaginando la magnitud de la desesperación como si yo no estuviera
hecha de las caderas fracturadas de mi madre y la memoria que heredé.
Aún recuerdo la forma del búnker. Después de eso pasamos veinte años sin
comer lentejas. ¿Darías a luz en Palestina? No puedo esperar más. Lo
recuerdo ya para siempre, abrazada a la muerte inmóvil. Cómo se
materializa la memoria, cómo se altera permanentemente la genética.
Hablo como mi padre. Qué hermosa eres, mi amor. To’burni. Te veré del
otro lado mientras nuestros hijos nombran los frutos.
(Fuente: Descontexto)
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