lunes, 20 de febrero de 2023

Muhammad Al-as’ad (Palestina, 1944)

 

La tierra también muere

 

¿Con qué fe

las estrellas

pueden resplandecer?

¿Los árboles desnudos

brindar sombra?

¿Con qué fe

nuestros ecos

resonar

en callejones cuando ya nos hemos ido

a casa

y cerrado la puerta, y exigido

que quienes presten testimonio de nosotros

hablen por nuestra época?

¿Con qué fe

nos podemos

depositar en el lenguaje

en la conversación

como si no estuviéramos

solos, como si otros,

diarios,

televisión,

horarios de aerolíneas

tomasen con nosotros el café?

La tierra también muere

como las rutas del desierto

las casas solitarias

en campiñas remotas

enigmáticas luces de ciudades

en la noche cerrada.

La tierra también muere

así como los títulos de la universidad

las bebidas que a diario consumimos

y la débil penumbra de la tarde.


La angustia no está sólo

en los nervios

también en esta suave, lisa calma

que se junta sobre los escritorios

los muebles

las cucharas de café

y la callada cuna del pequeño

en un rincón del cuarto.


¿Por qué súbitamente nos quedamos

sin estaciones

sin cielos

sin madres?

Todo merma

y se cae

por la ventana

por el papel

los bordes de las conversaciones

Todo nos deja

que volvamos solos

pasando por la puerta de un museo

un shopping center

un pueblo clausurado

por veredas desiertas

y pasto marchitándose

al final del verano.


La tierra también muere

y no puede tomarnos

como mártires

o profetas

a nosotros, borrados

sin ninguna señal que nos identifique

y marque nuestra ausencia,

y que estamos tendidos

igual que una ternura intraducible

nosotros, peregrinos

como noches perdidas

sobre desiertos sobrenaturales.

 

(Fuente y traducción Ezequiel Zaidenwerg)



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