lunes, 27 de febrero de 2023

Ruy Espinheira Filho (Salvador, Bahia, Brasil, 1942)

 

 
Ruy Espinheira Filho






















EL ROSTRO EN LA LLUVIA


Ese rostro en la lluvia
te mira.
Es una lluvia larga, una
de muchos años y viajes
discurriendo por ese rostro.

Densa como sangre, llueve.
En el rostro, otros rostros
centellean,
gota dispersas.
Así casas, ciudades, nombres,
animales,
mareas del pecho abismo.

Ese rostro en la lluvia
te refleja
con lo que viene,
vida,
te dolió y hasta a veces inscribió
tan hondo que de allá no desciendes.

Ese rostro
en la lluvia que circula
en tus venas
te desgarra con mil irrescatables
y
áspero crece
bajo la piel suave de tu rostro.
 


NOTICIA DE LA CASA


La casa no se describe:
se siente. Aquí permanecen
todos: desde los que no vieron
a aquellos que ya partieron.

En la casa jamás se apaga
la luz con que me miraste fijo
(pese a ti, no: en ti
era sólo vidrio, se quebró).

La casa se diseña
a sí misma, cada vez
más habitada, en cuanto
sangran paredes y espacios.

Y crece. Hasta no dejar
señal en mi pecho inmóvil.


* del libro Julgado do vento (1966-1976).
 


UNA CIUDAD

para Humberto Mariotti
 

Una ciudad me habita,
me suaviza y me arde,

como un cuerpo de mujer
sabe demorarse, queda

tantas veces murmurando
en nuestro cuerpo, incesante.

O nos asombra: luna
dolorida deflagrada.

Una ciudad me habita;
me humedece con sus

garúas; con sus calles
me recorre; me galopa

con sus vientos; me florece
con sus patios; me fascina

con sus aguas pesadas
de donde yo podría un día

retornar con los ojos blancos
de ahogado cuyos óculos

continúan para siempre
fijos en los bailes profundos.

Una ciudad me hiere
el pecho con sus raíces

(robles, casuarinas,
ingas, matorrales);

como sus cimientos (amplias
salas, pasillos, cuartos

donde la noche silencia
bajo cubiertas de lana);

con sus blancas veredas
tatuada en el verde de los

pastos, perdiéndose en los
territorios del horizonte.

Una ciudad me vive.
Nos paseamos, recíprocos,

por una plaza que somos
y donde, al crepúsculo, el tiempo

reposa, envuelto en sosiego,
en tanto giras niñas

tomadas de las manos, ahí amadas
etéreas, iluminadas

por la propia melodía
de sus voces, componiendo

el hálito que en nosotros respira
el cuento llamado infancia.


* del libro As sombras luminosas (1975-1980).
 


DESPUÉS


Después, salió andando por la tarde.
Alguien cantaba, lejos, arrullando
los escombros del ocaso. Y hasta donde
él llegara se llamaba vida.
Así pensó, en tanto oía la dulce
canción de la Ausente, de donde renacían
mariposas, arroyos, girasoles
y canes ladrando en patios antiguos.
Miró (andando, andando) el cielo ceniciento.
¿Qué quedaba? Aquello. Las tantas horas
muertas, muertas palabras, muerto terreno
del amor, dispersos hálitos del alma,
y muerta la infancia, y todo muerto, muerto 
–pero persistiendo, allí, con una pátina
ineluctable, y se llamaba vida.
Y él paró, sintiéndose. Y, repleto,
después salió andando por la tarde.
 


BLIND BORGES


La vasta y vaga e necesaria muerte.
Jorge Luis Borges: Blind Pew

La vasta y vaga muerte, ese otro sueño,
no es sólo otro sueño: es la más remota
isla de oro a la que nuestra derrota
nos lleva, inexorable, sueño a sueño.

Ladrados por los perros, sueño después del sueño,
soñamos. Esta es la vida, la vela, la ruta
del hombre: soñar. Y en un áurea playa ignota
sueña lo que sueña el soñador, que es el sueño.

Esto es lo que pulsa en nosotros: el ansiado otro
–distante y aquí, en el corazón–, tesoro
cuya búsqueda teje nuestra suerte;

rumbo que el alma recorre y consangra en oro
hasta llegar, al final, a ese tesoro
incorruptible que nos sueña la muerte.

* del libro Memória da chuva (1990-1996).
 


UNA VISITA EN ABRIL


No te enviaré
la foto en la que estoy sentado
en la tumba de Marcel Proust
en la mañana fría y húmeda de primavera,
porque no tendría cómo explicarte
que allá estaba para agradecer por nosotros,
por nuestra historia por él contada
varias veces y de muchas maneras,
con nombres y lugares diferentes,
pero siempre nuestra historia,
desde los primeros tiempos de las muchachas en flor,
o aún antes,
del modo en que fue escrito:
en el tiempo de la Creación,
como si todavía no existiese
el pasado.

No, vos nunca supiste,
ni sabrás,
que vivió y vive también en aquellas páginas,
con nombres y características diversas,
pero siempre bella de su propia belleza,
de su propia alma,
fulgurante de lo que yo mismo le concedí
de mí,
como hoy traigo todavía en el recuerdo
y escrito
por lo que visito en su simple tumba
de mármol negro
(y pido permiso para allí sentarme, descansando
un poco
de tanta vida),
en la mañana lluviosa y fría;
él,
que sigue contándose,
y nos cuenta
(haciéndonos sufrir, pero diciéndonos
que la duración media de la vida es el bien mayor
para los recuerdos poéticos que para los sufrimientos
de amor),
de modo tan profundo
que es como si descendiese al templo de la Creación,
cuando aún no existía
el pasado.


70 AÑOS


Llego como al fin de una tarde
en el deseo de que permanezca
como estación
infinita.

Premio merecido
después del viaje:
que todo permanezca como ahora,
la vida que me rodea y el paisaje
de donde vine
extensa y trabajosamente.

Que nada más pase,
o cambie,
que descanse Cronos
y que las hilanderas de destinos
cesen sus trabajos.
Creo que por haber llegado aquí,
y sentirme lleno y suave,
sin ninguna intención de futuro,
este deseo tendrá poder de orden
ineluctable.

No puedo dejar de errar
innúmeras veces,
ni evitar la derrota de tantos sueños,
ni las pérdidas
con sus vastos sufrimientos
para siempre renovados
en la memoria.

Ahora, pese a ello,
cuando manifiesto mi deseo mayor
y más sabio,
llegó la hora de cesar
lo efímero. Y entonces afirmo aquí
mi voluntad
de ser esta cálida estación
la Eternidad,
prevaleciendo sobre lo que fui
hasta ahora
la pesadilla de un dios enfermo
que creó la vida para verla sufrir y perderse
sin sentido alguno.

* del libro Estação lnfinita (2012).


** Todas las piezas fueron tomadas de Estação lnfinita e outras estaçoes. Poesia Reunida (1966-2012) (Rio de Janeiro, Bertrand, 2012).

*** Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2023.
 
 

poeta, novelista, profesor, cronista y periodista. Autor de más de treinta volúmenes, de los cuales una veintena son de poesía, ampliamente premiados. También, de Poemas (2001), un CD leyendo piezas de su autoría, incluyendo algunas de libros inéditos.
Entre sus poemarios se encuentran: Julgado do vento (1966-1976), As sombras luminosas (1975-1980), Morte secreta e poesia anterior (1976-1984), A guerra do gato (1987), Memória da chuva (1990-1996), A cidade e os sonhos (2003) y Sobre o céu de Samarcanda (2003).
Publicado en numerosas antologías locales de cuentos y poemas, también lo fue en traducciones para Portugal, España, Italia, Francia y Estados Unidos. Carlos Drummond de Andrade calificó su trabajo como “poesia concentrada y de sutil expresión” al leer el segundo libro del poeta, Heléboro (Bahia, Cordel, 1974).
 
 
(Fuente: Alpialdelapalabra)



 

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