jueves, 23 de febrero de 2023

Seamus Heaney (Bellaghy, cerca de Castledawson, Irlanda del Norte, 1939-Dublin, 2013)

 

Vida de estante




 
 
1. Chispa de granito

Piedra veteada. Aberdeen de la mente.

Diciendo Brindemos por la unión
me he hecho daño en la mano al apretar
esta hoja de corte de la Torre de Martello
de Joyce, este brillante manchado insoluble

que conservo, pese a tener poco en común con él,
una especie de cuchillo circuncidor de la edad de
      piedra,
un filo calvinista en este mi nido complaciente.
El granito es irregular, como la sal, castiga

y exige. Vengan a mí, dice,
todos aquellos que padecen trabajo y fatiga; no
los refrescaré. Y añade: Aprovechen el día.
Y: Tómenme o déjenme. Allá ustedes.


2. Vieja plancha

Con frecuencia la observé levantarla
desde donde su cuña compacta montaba
la parte trasera de la estufa
como un remolque anclado.

Para saber, de oído, qué tan caliente estaba,
palmoteaba la superficie de acero
o se la acercaba a la mejilla,
adivinando así el peligro en potencia.

Suaves golpecitos sobre el burro de planchar.
Su anguloso codo con hoyuelos
y su inclinación intencional
conforme conducía la plancha

como un cepillo de carpintero entre las sábanas,
el resentimiento de todas las mujeres.
Trabajar, según aquella embestida sorda,
es poner una cierta masa en movimiento

a lo largo de una cierta distancia,
es impulsar el propio peso y sentirse
exacto e igual a él.
Sentirse arrastrado. Y alegre.


3. Viejo cacharro

No pertenece a la edad de plata, sino a un cierto
analfabetismo que habita bajo estas vigas:
un plato abollado, sobado, ahumado,
lleno de tormentas, manchado y corriente.

Me fascina el peltre tal cual, mi suave opción
cuando de metales se trata —después de la soldadura
que llora en contacto con la plancha caliente—;
triste y plácido como un aliso de corteza brillante

reflejado en la orilla nebulosa de un estanque,
donde creyeron que me había ahogado un día de
 invierno,
como lanzar una piedra desde casa, cuando todo el
 campo
era bruma y yo me escondía a propósito.

De destellos se compone el alma.
Retos nebulosos, resplandores lejanos de conciencia
y solapadas verdades a medias de verdadero amor.
Y toda una inundación tardía por el deshielo ancestral.


4. Gancho de acero

Tan parecido a un diente de trilladora,
escucho el rozar de un jaez y el golpeteo
de las piedras en un campo recién arado.
Pero se trataba de la era del vapor

en Eagle Pond, New Hampshire,
cuando este herrumbroso gancho que ahí encontré
fue dirigido y conducido
para arreglar un diente de trilladora.

¿Qué garantiza la permanencia de las cosas
si un sistema de rieles puede levantarse
como una larga zarza desde las hierbas cenagosas?
Sentí que había vuelto en mí

por el sendero de césped silencioso
donde saqué este pedazo de acero como una espina
o una palabra que había creído mía
de la boca de un extraño.

Y aquello que lo hundió
con un último golpe sordo,
muy dentro del durmiente
alquitranado, ¿dónde está?

¿Y el mango curtido de sudor?
Pregúntales a los del vagón de cola,
sordos y en su lugar;
las sombras los han dejado atrás.


5. Piedra de Delphi

Que me lleven a la capilla de madrugada
cuando el mar esparza rumbo al sur sus lejanas
cosechas de sol,
y yo realice la ofrenda matutina una vez más:
que me salve del miasma de la sangre derramada,
que controle la lengua, tema a hybris, tema al dios
hasta que se exprese sin trabas por mi boca.


6. Bota de nieve

La presilla de una bota de nieve cuelga de la pared
sobre mi cabeza, en un cuarto quieto y a la deriva:
es como una cifra escrita a todo lo largo,
un jeroglífico para todos los ámbitos del susurro.

Con tal de seguirle el rastro a una palabra,
abandoné la habitación tras una tormenta de amor
y trepé por las escaleras del tapanco como un
 sonámbulo,
abrigado y con la sangre caliente, restregando la costra
 de nieve.

Luego me senté ahí a escribir, imaginando en silencio
sonidos como los del amor después de larga
 abstinencia.
animado y absorto y dispuesto
bajo el signo de una bota de nieve en la pared.

La presilla de la bota, como papalote de otra época,
se alza al viento y se pierde de vista.
Ahora, sentado, en blanco veo la gradual brillantez
 de la mañana,
su expresión distante, inviolada.
 
 

En "Station Island" [1984], Seamus Heaney, Selección, traducción y nota introductoria de Pura López Colomé, Material de Lectura n° 191, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2013


Foto: Franck Ferville/Agence VU/Redux/The New Yorker
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

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