martes, 21 de febrero de 2023

Elmer Diktonius (Helsinki, Finlandia, 1896 - Kauniainen, 1961)

 

EL JAGUAR


I
Acecha desde lo verde,
roja nariz,
ojos de
reflejos triangulares,
difusos–
bigote ondulado,
oblicuo el trasero–
¡Salta! –Jaguar mío–
vuela y muerde, haz pedazos.
Tuya – mía, la moral: ¡rompe!
 
Mordida ineludible si es que el bocado es vida,
derribo sagrado si es que lo podrido apesta.
Y destrozar, con rabia, urge la vida toda,
hasta la belleza –entera y desde la caverna, germinará.
Ya somos dos, el poema y yo: una garra,
el deseo, somos dos; un zarpazo, un colmillo,
juntos seremos: máquina que tritura.
Fuera con la insensible imprenta,
la compasión descorazonada,
la falsa fe de los infieles,
la impotencia de los poderosos,
la malsana debilidad de los buenos.
Queremos parir con muerte.
Hagan paso, haced lugar para
ver, de una vez y por todas,
las manchas del sol danzar.
 
II
¿No creéis
que unas garras potentes sientan el ardor?
¿No creéis que el jaguar tenga un corazón?
Ah, el viejo tópico
–el padre, la madre, los hijos de los hijos–
el desierto es grande,
frío el viento de otoño,
muy dentro de la panza del jaguar,
vive la soledad con su duda,
puede el jaguar orinar una flor.
Tiene lágrimas:
sentimentalidad.
 
III
Noche. Despacio caen las cascadas.
El jaguar duerme.
Una hormiga le lame las garras.
¿Quién suspira?
Viene la mañana,
las manchas del sol… ¿danzan?
 
IV
¡Las manchas del sol danzan!
Para siempre remolinea todo.
De un salto
se lanza el jaguar sobre
los predios del otro –
es en su ascenso la estrella, ¡de allí hacia donde va!
 
–un rayo en el aire–
como una flecha enterrada en el pecho de la Tierra.
 
 
 
   Traducido del sueco por Aleisa Ribalta Guzmán
 
 
(Fuente: La Reversible)

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