Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos
los que vivimos juntos en aquel tiempo.
celestes como el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel
de la devoración con pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar.
Comía guindas, llevándose una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre
que llegaba en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.
De "La liebre de marzo"
(Fuente: Irene Schiffer)
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