Secta literaria
Nos reunimos secretamente los jueves por la noche.
Encendemos cuatro velas negras, descorchamos el vino
del ritual y como en una letanía leemos nuestros versos.
la vez hundimos el cuchillo en el mismo poema ajeno.
Aplastamos cada una de sus palabras con ferocidad, como
si se tratara de infames termitas capaces de devorar nuestra
gloria de aldea.
A veces, no siempre, también sacrificamos a algún poeta.
Con su sangre regamos nuestro altar. Hacia el amanecer,
limpiamos la zona sagrada. No dejamos un solo rastro. Pero
no es fácil: el poeta se empecina en sonreírnos, tres días más
tarde, desde las páginas del Suplemento Literario.
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(Fuente: Daniel Rafalovich)
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