LA FONTANA DI TREVI
No soy pobre, no.
Cada moneda que meto en mis bolsillos
No es exactamente La Fontana di Trevi
ni ninguna otra
engaña pichanga para los turistas.
Cuando una moneda entra en mis bolsillos es garantía de un
deseo que se cumple.
De ahí que enamorados (poetas), pobres diablos (poetas),
despechados (poetas), ladronzuelos de gallinas (poetas), y todo aquel que acuñe un
deseo ardido entre sus tripas venga a mí con su dádiva engañosa.
Son tantas las monedas que recibo por día que tuve
que inventarme estos bolsillos mágicos
que van a dar directo a La Fontana di Trevi.
El verdadero secreto de este artilugio es que cada fin de mes
recojo las monedas del mingitorio, voy al mercado y compro un buen vino, un atado de cigarrillos
tapa de asado, entrañita, achuras varias
y toda clase de drogas recreativas
para festejar así el gran acontecimiento de la vida.
La única prueba -irrefutable- de la absoluta efectividad
de este procedimiento
es que nunca, ni por asomo
ninguno de ellos ha vuelto
para agradecerme.
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