martes, 26 de septiembre de 2023

Richard Gwyn (Pontypool, Gales, Reino Unido, 1956)

 

Dos poemas




 
El poeta en Samos

Éstas son las cosas que dejaste atrás: 
un viejo boleto de bus para un lugar con nombre ilegible,
un montón de archivos gubernamentales de distintos regímenes,
una pila de rocas, una ejemplar de Cavafis, muy usado.
No sé cuántas veces comiste aquí, 
al lado de la ventana que da al mar. No sé
si el postigo te mantuvo despierto a la noche
cuando golpeaba ignorado contra la pared, o si,
como dijiste, fue una especie de consuelo.
Leyendo Paréntesis vuelvo a ver de qué manera
el mundo se convirtió en un apéndice de tus poemas,
tus poemas en un apéndice del mundo.

Éstas son las cosas que inventaste, aun
cuando, a su vez, te inventaron a ti. Nada era inanimado.
Convertiste cada movimiento de la cabeza,
cada hoja caída o bicicleta en fragmento de un relato.
Nos dijiste que estabas escondido detrás de cosas sencillas
y que si no podíamos hallarte, en vez de a ti hallaríamos las cosas.


El Museo de la Inocencia

En Estambul, fue a un lugar llamado Museo de la Inocencia, en el cual un escritor famoso había creado un mausoleo para la emoción usada. Allí había pilas de cosas viejas, incluida toda una pared cubierta por falsas colillas de cigarrillos. Le pareció que era una vergüenza exhibir cuarto tras cuarto los artefactos que enumeran las obsesiones de un hombre, sus pecadillos, exponer al mundo los fantasmas de su arrepentimiento. Naturalmente, se enamoró de la guía y se preguntó si el escritor la había puesto allí para atraparlo.
 
 

En "Stowaway Poems" [2018], Ciudades y recuerdos, una antología de poemas (inédito)
Traducciones de Jorge Fondebrider


Foto: Richard Gwyn/Facebook
 
 

The Poet in Samos

Here are the things you left behind: 
an old bus ticket to a place with an illegible name, 
a stack of government files from distinct regimes, 
a pile of rocks, a copy of Cavafy, well-thumbed.
I don’t know how many meals you ate here,
by the seaward window. I don’t know 
whether the shutter kept you awake at night 
as it banged unheeded on the wall, or whether
as you claimed, it was a kind of comfort.
Reading Parentheses, I see once more how 
the world became an adjunct to your poems, 
your poems an adjunct to the world.

Here are the things that you invented, even 
as they, in turn, invented you. Nothing was inanimate.
You turned each movement of the head, 
each falling leaf or bicycle into the fragment of a story. 
You told us that you hid behind simple things 
and if we could not find you, we’d find the things instead. 


The Museum of Innocence

In Istanbul, he went to a place called the Museum of Innocence, where a famous author had created a mausoleum of spent emotion. There were piles of old stuff there, including an entire wall covered with fake cigarette stubs. He thought it was a shame to parade room after room of artefacts detailing a man’s obsessions, his peccadillos, exposing to the world his phantoms of regret. Naturally, he fell in love with the guide and wondered whether the author had planted her there in order to entrap him.
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

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