Con el compadre Orlando
siempre hizo calor.
Recorrimos los escondrijos
más luminosos y oscuros
El sol de punta,
la nuca de fuego,
y la noche a hurtadillas.
Y volaban cigarras de las amorosas viñas,
lechuzos de buen oficio y pico gruñón,
frutas rubias y coloradas;
de pie los alfalfares
y la gente de los puestos,
ranchos, taperas y corrales.
El desierto se infamaba:
el alcohol, ardor en la garganta.
Y murió de un día para otro
de un terminal sin flauta ni nota sola.
Y murió su impresionante archivo
recogido a sudor, a caballo,
a cuero sucio, a pata pelada
bajo estos cielos incandescentes.
Y miles de papeles
fueron a parar
a la hoguera que Baal encendió
para gloria de sus festivos cicateros.
- Inédito -
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