A ELIZABETH BISHOP
Restos de aves, musgo, alas, aceites
esenciales. Echemos en silencio una
mirada al Hades de Joyce, donde Bloom
él con Elizabeth en ese páramo: sólo
de cosas cotidianas. Mas no debe, no
puede leer este poema un no poeta.
¿Qué haría si no de alimento a esta
mi alma, trágicamente en su limbo
amurallada? Una poeta 𝑠𝑜𝑛𝑛𝑎𝑚𝑏𝑢𝑙𝑎
tal vez, que pueda acallar con su palabra
la triste música de Hades... No un canto
fúnebre: algo de sí realmente íntimo,
como un hilo de su voz que en el aire
se deshaga, ave no olvidada de volar
mas casi invisible en la penumbra.
Que incluya en su himno escamas
de arenque, flores amarillas y metales,
azufre, sal, mercurio y cada hoja que cae
del árbol sin ser vista. Intúyase creciendo
en las paredes de ambas orillas del río
de la muerte musgo esmeralda, polvos
de carey disueltos en ginebra con bayas
de enebro digestivas y hasta restos de
esta prosa que enreda y confunde
las cosas de lo que es en verdad una
poeta: ojos no humanos, ave que piensa.
.....
(Fuente: Daniel Freidemberg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario