un poema
Desperté con el cielo adentro
alguien lo derramó mientras dormía
me gustaría saber quién, o al menos cómo.
Por eso no te llamo
porque no se puede hablar
con el cielo así todo incrustado.
Al abrir los ojos
empieza a brotar celeste
como cascadas
y el lagrimal se rompe:
no duele tanto pero sabes -tú sí sabes.
Nadie quiere deshacerse del cielo tras habérselo bebido
entero.
La belleza. Madrid: Amargord, 2016
(Fuente: La comparecencia infinita)

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