TRES POEMAS DE LA BELLEZA
La última palabra de mi madre fue un aullido.
Sostuve su cabeza con mis manos
y rompí el cascarón de su frente, para que pudiera irse.
Ella se quedó ahí observando
cómo el reloj seguía el mismo baile
de esa mañana cuando el mismo cuadro,
colgado en la pared, se movía con el viento.
Abrí con mis dientes la herida
para que saliera volando.
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En esas despedidas los muertos nada dicen
presumen actitud de belleza, les preocupa
el verse así, ridículamente hermosos.
Se les apaga el alma —dicen—, y luego
despiertan violentamente, solo para mirarse
desde afuera, el resplandor
ese que ya he visto en ella.
Se revela oscuro: un matiz de polvo
sobre una piedra brillante.
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Yo elijo amor, pero es Furia
la rabia de un universo que no duerme
y se abriga, muerto de frío
bajo mis uñas
al advertir el hueco de su carne.
Yo quisiera que la palabra fuera también ruido
una mano que arruga montones de papel
que revienta burbujas plásticas
que se encierra alfileres en el vientre.
Yo quisiera Furia —aunque elegiría amor
y no esta falta
esta laguna discreta y elegante.
Amanda Durán
La belleza
Amargord Ediciones
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)

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