lunes, 28 de diciembre de 2020

Sebastián Bianchi (Buenos Aires, 1966)

 

 

Poesías

 

I

Una mueca adentro
del camello
le picaba
la mueca.

 

En eso rascó
camello
de la mueca
con ganas.

 

El fanático
de rascarse
la mueca.

 

 

II

El gato blando
salta contento tardío,
llega después al trabajo
de agarrarse de la laucha.

 

 

III

El ruiseñor sacude sus plumas
al alba.
La sirena se da cuenta
y no lo dice.
Va, y con la pluma,
le produce las cosquillas
a la ardilla de cristal.

 

 

 

A nosotros que cantamos

 

Hoy me tropecé con tus ojos violetas y solos.
Me besabas con la lengua en mi hocico de ramera.
Venas calladas, no fuimos invitados a la fiesta de la
perfección, del antidolor y los palacios.

Los poetas oficiales hacen cruces.
Y los fantasmas llevan babuchas a la moda.
Esa que chatea con la noche cuenta de sus pródigas
migajas a las hazañas.

Por eso, ahora que las esquirlas del verano se
desparramaron por el éter y las alas se transforman,
vendrás a buscarnos en el barro, a nosotros
que cantamos los lamentos de los césares idiotas.

 

 

 

Estatuas

 

Puso el motor en marcha y bajó la banderilla, haciendo desaparecer la palabra LIBRE. Un tic-tac creciente me fue preguntando por los nombres de María, tras el verbo violentado sexualmente. Esta Pasión siempre nos llega como herida por la urgencia.

Es mediodía, toda una vagina solar. Cupido la va chupando. Da besos idiotas y tiene una gran lengua, con millones de rulos.

Hoy la réplica plástica harta de su viejo colgajo, desmoronó su figura de antaño, sobre este otoñal desparpajo de caderas y bustos.

 

*

 

Querido Mallarmé: No he prendido el ordenador, en todo el puto día, ¿puedes creerlo? La musa ha de estar en casa de Valéry, quejándose de Degas y las flatulencias en general. ¿Y a ti cómo te ha ido con ese friso corintio octosilábico? ¿Nada todavía?

Ah, todos nuestros acentos son suspiros, todas las notas mezclan llantos con el sonido. Jamás se puede golpear un poco fuerte sobre el corazón del hombre sin que de él caigan mármoles, tan llena de tristeza está, en el fondo, la naturaleza y de tal modo lo que la conmueve hace subir heces a nuestros ojos y nubes a nuestros labios.

 

 

 

(Fuente: Espacio Murena)

 

 

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