lunes, 28 de diciembre de 2020

Antonia Vicens (Mallorca, España, 1941)

 

 

El cielo puede caber   en un charco

el infierno   puede ser

una cama   con las sábanas

de seda.

 

 

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He encendido una vela   sobre su mesita

de noche   que pueda ver

si no encuentra   estrellas

por el camino   ansioso espera que alguien

de   más allá de la sangre

le dé órdenes   copas

rotas   marcas en las muñecas

de una infancia   con espinas.

 

 

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Poniendo voz   de náufrago   se me pega a la piel

quería convertirme   en agua

muerta   una vez   hace tiempo

me perdí   en el parque

 

 

música   disfraces

y ocultos   entre las hojas de

las palmeras   ángeles hambrientos

roían niños.

 

 

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Disparos me hieren en la frente   chorros de sangre

me tapan la vista

algunos curiosos me aconsejan que vaya

a urgencias   no sé

cómo explicarles

que   no soy

yo

quién se está

desangrando.

 

 

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Avanzan   a galope   blancos

rojos

negros

amarillos   todos los caballos.

 

 

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De jovencita quería ser   amazona

la culpa   un anuncio de Martini

en el que una mujer con un vestido de tul

recorría la orilla infinita de la mar

montada en una yegua

blanca   se dijo tiene cáncer no

sobrevivirá al verano   entonces quise

ser un caballo   alado

galopando en la silla   de la Muerte.

 

 

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Al abrir las persianas   florecían gladiolos

y rosas silvestres   cortaba un ramo

me llenaba el pelo de pétalos   hasta

que   caballos desbocados

me pisotearon   el vientre.

 

 

 


Todos los caballos

 

Traducción de Rodolfo Häsler

 

               Editorial Pre-Textos

 

               (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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