lunes, 31 de octubre de 2022

Joao Cabral de Melo Neto (Brasil, 1920 - 1999)

 

 

El perro sin plumas

 
La ciudad es atravesada por el río
como una calle
es atravesada por un perro;
una fruta
por una espada.
 
El río a veces parecía
la mansa lengua de un perro,
a veces el vientre triste de un perro,
a veces el otro río
de acuoso paño sucio
de los ojos de un perro.
 
Aquel río
era como un perro sin plumas.
Nada sabía de la lluvia azul,
de la fuente de color de rosa,
del agua de la copa de agua,
del agua del cántaro,
de los peces de agua
de la brisa en el agua.
 
Sabía de los cangrejos
de lodo y herrumbre.
Sabía del barro
como de una mucosa.
Debía saber de los pulpos.
Sabía seguramente
de la mujer febril que habita en las ostras.
 
Aquel río
nunca se abre a los peces,
al brillo,
a la inquietud de navaja
que hay en los peces.
Nunca se abre en peces.
 
Ábrese en flores
pobres y negras
como negros.
Ábrese en una flora
sucia y más mendiga
que los mendigos negros.
 
Ábrese en mangles
de hojas duras y rizos
como un negro.
Liso como el vientre
de una cachorra preñada,
el río crece
sin reventar nunca.
 
Tiene el río
un parto invertebrado y fluente
como el de una cachorra.
 
Y nunca lo vi hervir
(como hierve el pan que fermenta).
En silencio,
el río carga con su fecundidad pobre,
grávido de tierra negra.
 
En silencio se da:
en capas de tierra negra,
en botas o guantes de tierra negra
para el pie o la mano
que moja.
 
 
(traducción: Pablo de Barco)
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

 

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