sábado, 29 de octubre de 2022

Begoña Abad de la Parte (España, 1952)

 

8 poemas de LOS DONDES 

 





El don de las manos,

con las que me convierto en quiromante

cuando te acercas con las tuyas abiertas

y sin mediar palabra

comprendo que son el territorio por explorar

camino del paraíso.

 

 

 

 

 

El don de la rabia,

que me permitía escupir al otro

como si fuera culpable de mi ceguera,

hasta que alguien me quitó

con su saliva el barro de mis ojos

y comprendí.

 

 

 

 

El don de la insignificancia

de la que quise salir llenándome de adornos

de cosas que me señalaran, me titularan, me validaran

como merecedora de ser tenida en cuenta

por los tasadores de mercancía a la venta

en los atrios y en las plazas de poder,

hasta que comprendí que ya llevaba conmigo el aval

y me puse en la fila de los humanos

que intentan ser merecedores de ese nombre.


 

 

 

El don de la compasión,

que asoma primero con engaño infantil,

y recién nacido se alza ignorante

en un peldaño superior a los otros,

hasta que comprende que no hay compasión

 auténtica si no comienza por uno mismo

y desde ahí alarga su sombra a lo que le rodea

y aún más allá.

 

 


 

El don de la pasión,

que divide la vida en dos,

estar entre tus brazos o salir de ellos.

 

 

 

 

 

El don de la humildad,

que comienza al abrir los ojos cada mañana

y percibir que hemos respirado durante el sueño

mantenidos así por la Vida como niños a su cuidado.

 

 


 

El don de la divinidad,

que me habita como te habita a ti;

da igual en qué forma te disfraces,

te hará valioso y sólo te pedirá

que te vivas como tal y que recuerdes

que el otro forma parte del mismo prodigio

que nos es dado al nacer.




 

El don de la envidia,

como aguijón envenenado

que hay que reconocer con amorosa mirada

para descubrir agazapados

los miedos a nuestra insignificancia,

a nuestra necesidad insaciable de consuelo y de amor

y a esa finitud que nos atenaza y nos llena de ansiedad

por conseguirlo.

 



 Begoña Abad de la Parte. Los dondes. Las hojas de Baobad. 


(Fuente: Voces del extremo)

 

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