miércoles, 26 de octubre de 2022

Alfredo Veiravé (Entre Ríos, 1928 - Chaco, 1991)

 

El próximo eclipse se producirá dentro de 360 años

 

Esta vez lo vimos sobre la ruta
entre palmeras negras que oscilaron levemente
sus duras hojas enhiestas
al oscurecer
opacamente, en la mañana del año mil novecientos
sesenta y seis.
Yo tenía dos hijos pequeños, una mujer rubia, una
casa en el norte
y una confusa marea de sentimientos que nos unían al
mundo. Mariposas apasionadas
en el fondo del pecho, oscuras como tordos
dormían en su anillo de silencio.
Los chicos corrían frente a la máquina
fotográfica que utilizaba el padre
angustiado y despierto frente al tiempo, pero
todo será inútil. El próximo eclipse se producirá
dentro sesenta años y allí no quedará
de ellos, de mí, de las mariposas azules muertas
en el trópico
ni un destello, ni una palmera, ni un recuerdo, ni un
zorzal frente al río.
 
¿Comprenderán ahora lo que cuesta pararse
encima de la curva del equinoccio lejano?
¿Comprenden ahora lo que duele
mirar el país como si fuera una vieja hoja de gomero
que puede apretarse en la mano, o mirar al sol
cuando la luna lo enfría de golpe y sombras frías
como tumbas caen entre los niños y los cohetes?
Comprendimos ahora el pavor de estar ya
mirándose desde el lado oscuro
de ese sol negro
desde el sueño de unas fotografías
amarillentas, desde un polvo que tuvo sus rostros,
sus huesos.
Aquí la primavera ese año fue un poco
fría
y la monogamia comenzaba a extinguirse sin protestas,
es cierto, pero saliendo por la ruta pavimentada
fuera de las ciudades, todavía los
caballos movían sus crines libres y las palmeras
crecían como ajenas al movimiento del planeta.
Quiero decir que había lámparas
en algunas casas todavía
donde nadie observaba las constelaciones con temor
o creía haber salido de la sombra del patio materno.
Había multitudes
que ignoraban que ese momento
tenuemente elaborado por
la inconsciencia de cada uno
no volvería ya más hasta después
de trescientos sesenta años de eclipse
solar
que en medio de la mañana provocó algunos
temores en los animales del monte.
 
Los chicos corrieron entre la luz y la sombra
almorzamos luego con felicidad en el campo.
 
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario