sábado, 1 de enero de 2022

Otoniel Guevara (El Salvador, 1967)

 

8 POEMAS

 


Poemas de La pipa del albatros
Otoniel Guevara
Premio único
XXVII Juegos Florales de San Vicente, El Salvador, 2018.



DEL ORIGEN

Si la guerra fuera necesaria 
los niños nacerían con fusiles. 
Pero no.

Nacemos 
de una fuente de oxígeno y de agua. Lo indispensable
para sobrevivir sobre la tierra. 
En paz. 
Sin indigencia.

Pero hubo alguien que envenenó su propio corazón. 

Después, 
cercó la tierra.



AMARGURA

Como mi viejo amigo 
Matsuo Basho, 
yo también cobijo un grave padecimiento.

No tiene que ver con estanques triturados por espíritus ciegos
ni con cabañas de paja sitiadas por el hambre. 
                                                                Es
                                                                muchísimo peor:

Conduzco un corazón que tiembla 
bajo la misma luna
donde un niño 
estrangula jazmines
y les chupa la sangre:

                                    Debo atar firmemente
mis zapatos 
y atizar las campánulas del viento.



PACIENTE PÁJARO NOCTURNO

La Aurora fue concebida con clavos de madera
con costillas de fiebre
con ojos de extinción y de holocausto

De algún lugar sagrado desajustó su torso
Algo quedó inexacto cuando prendió su vuelo

Hoy 
en la oscuridad 
busca el alma del bosque
Su canto es la llamada de amor de los ya idos
El poseso clamor de unos labios sobrecargados de ardiente desamparo

Toda la noche toda la oscuridad prendiendo versos 
Toda la noche toda la oscuridad rasgando nervios
Toda la noche toda la oscuridad rompiendo puertas

Solo la Aurora puede incendiar 
con sus ojos de frontera irreal 
los retorcidos designios de la sombra



MUSEOGRAFÍA 

Del museo nacional se extraviaron
diversas piezas arqueológicas

Tiene lógica: 
durante cientos de años 
se habían conservado 
para la mirada de nadie

Simultáneamente 
cientos de jóvenes desaparecen en todo el territorio

Algunos son localizados 
en lamentables estados de putrefacción

Los museos nunca fueron nuestro fuerte



AVES. CENA NAVIDEÑA.

    como sintiendo un pájaro
    herido
    en la palma de la mano
    HUGO MUJICA
    [Alba]

Las aves de la navidad están cada vez más afligidas.
El tierno pavo acaba de leer 
en la prensa del día
cómo rebanaron el cuello a dos hombres en Sonsonate.
Piensa,
ingenuamente, 
que a él lo van a desnucar dos veces
y olvida con una lágrima aquel sueño infantil 
de ser un helicóptero atravesando el mar.
A varios metros de su congoja, una gallina india 
intenta recordar cuando su madre
arrullaba con canciones de Bach sus noches frías.
De nada sirvió leer con devoción 
los tres tomos en pasta dura de “El perfecto suicida”.
Lo que más le irrita es la sorna 
con que se burlan los gusanos.
Desde la calle se cuela una melodía lamentable y ridícula 
como un olor amargo.
En la bolsa de basura centenares de plumas se confunden 
con aplastadas latas de cerveza.



PERROS. PUERTA ABIERTA.

    Los animales de mi especie
    no hacen servicio militar
    JOSÉ EMILIO PACHECO
    [Dentelladas]

Los perros no conocen su sombra, 
cuando aúllan
es porque la han perdido y no lo saben.

Tampoco saben cómo huelen los féretros. 
Ante la muerte
solo atinan a enrollarse en sus propios ramajes.

Los perros no usan máscaras ni trajes,
no enloquecen por deudas,
ni aspiran a una foto de ojos claros.

A los perros 
les cuesta suicidarse.



MENSAJEROS. ETERNIDAD.  

    Oigo los pájaros afuera,
    otros, no los de ayer que ya perdimos.
    EUGENIO MONTEJO
    [Pájaros]

Hay un pueblo de pájaros que cantan
Bajo la lluvia esconden sus gorjeos
Pero más peligrosos que los truenos
son sus ásperos murmullos azulados

Sobre los incendios que ellos mismos provocan
su voz rompe los humos y acatarra a las piedras

Cuando ellos cantan
las estrellas celebran

Todos los días vuela su palabra
una frase tras otra

Todos los días el mensajero cambia
hasta la eternidad

Ellos son pájaros
solo pájaros
no necesitan nombres ni apellidos



REHÉN. NINGUNA HORA DE LA NOCHE.

    La muerte anda en los pasos de la sombra
    Con los puños abiertos, aguardando.
    JORGE VALDÉS
    [Estancias]

En derredor gotean los chillidos:
lobos, 
crías de venados, 
amargas ratas:
            todos muriendo,
            todos matando.

Dentro, huelo la noche, huelo
la luz sacerdotal de las cornisas,
la raíz impoluta del miedo, las hojas
de los cítricos, los relojes imberbes,
la desesperación del mobiliario. 

Mañana 
las noticias serán insoportables,
nauseabundas,
                        usuales.

Toco la puerta
            sin desesperación
            sin fe
para saber si hay alguien en la calle
que responda.
 
 
 
(Fuente: Sol negro)

 

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