jueves, 27 de enero de 2022

Margaret Atwood (Ottawa, Canadá, 1939)

 

Los poetas resisten...

 

 
Los poetas resisten.
Es difícil librarse de ellos,
aunque Dios sabe que se ha intentado.
Los encontramos en el camino
en actitud mendicante, con sus platos,
una costumbre ancestral.
No tienen nada,
excepto moscas secas y céntimos falsos.
Nos miran como pasmados.
¿Están muertos o qué?
Sin embargo, tienen esa mirada irritante
de los que saben más que nosotros.
 
¿Saben más de qué?
¿Qué locura de libros es lo que alegan saber?
Escupidlo, les silbamos.
¡Decidlo claro de una vez!
Si buscas una respuesta sencilla,
entonces fingen estar locos,
o borrachos, o pobres.
Se pusieron esos disfraces
hace algún tiempo,
esos jerseis negros, esos andrajos;
ahora pueden quitárselos.
Y tienen problemas con sus dientes.
Ésa es una de sus cargas.
Les vendría bien ir al dentista.
 
También tienen problemas con sus alas.
No se muestran dispuestos a colaborar
con nuestro departamento de vuelos.
Ya no planean, no resplandecen,
no bromean.
¿Para qué demonios les pagamos?
(Imagina que les pagamos.)
No pueden despegar
con sus plumas enlodadas.
Si vuelan, es hacia abajo,
hacia la húmeda tierra gris.
 
Idos, les decimos,
y llevaos vuestra aburrida tristeza.
No os queremos aquí.
Se os ha olvidado cómo decirnos
lo sublimes qué somos.
Que el amor es la respuesta,
siempre nos gustó este verso.
Se os ha olvidado cómo seducirnos.
Ya no sois sabios.
Habéis perdido vuestro esplendor.
 
Pero los poetas resisten.
No se puede decir que no son tenaces.
No saben cantar, no saben volar.
Sólo saltan y croan
y se golpean contra el aire
como si estuvieran en jaulas,
y cuentan el viejo chiste.
Cuando les preguntan, responden
que dicen lo que deben.
¡qué pretenciosos son!
 
Sin embargo, saben algo.
Hay algo que sí saben.
Algo que están susurrando.
No alcanzamos a oírlo.
¿Será sobre el sexo?
¿O sobre el polvo?
¿O sobre nuestro miedo?
 
 
 
(Fuente: Rolo Lemer)

 

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