Fragilidad de la isla
Funden tallan dan forma a la arena la vuelven una mujer como
una gota abierta o una barca que pesa menos que el aire de sus
pulmones.
Saben que el fuego no es metáfora de una vida profunda duele y arde
los huesos en transparencias. El fuego cuando toca la piel no
forma islas sino un mar que repliega sus agujas en la raíz de la
lengua.
Esta labor de pulir la tristeza contra un mineral de enfriar el
fuego hasta encontrar la paciencia del agua es una magia que los
vidrieros aprenden en el brillo y la escama mineral de algunos
peces.
Los hombres que trabajan el vidrio son los verdaderos ladrones del
fuego tarde adivinan su acertijo los reflejos que dejan los
cristales son un azul más vasto que el cerco de las llamas:
El fuego es una lenta máquina que consume
y evoca su propia dicha
el hombre es una mano el fuego su lenguaje
el cristal habla a través del aire duerme
un sueño de hielo
aquel que trabaja el fuego debe amar el fuego
y al vidrio como a una mujer.
La verdad el fuego hunde en la bruma las cosas que soñamos.
Por la noche los vidrieros se reúnen junto a los hornos del taller y
ante una lámpara de aceite planean su exilio y mueren bajo un
puente o al salir de casa.
Todo lo que una vez ardió es arrojado al agua que puede quebrar el rojo
vivo de los cristales. La muerte entre llamas la muerte a
orillas de un mar que no se apaga es la menos solitaria de las muertes.
Los sopladores de vidrio de Murano tienen una tristeza azul en la llaga de las manos.
Alguno trabaja descuidadamente los cristales y es la única venganza
de aquellos que odian y preguntan la amorosa orfebrería que se cumple en
el fuego.
Otro más los trabaja y los pule como si fueran sílabas los peces le enseñaron otra forma del mismo secreto:
sólo el poema permite imaginar cómo es salir de una isla.
(Fuente: Asamblea de palabras)
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