lunes, 5 de agosto de 2019

Kim Addonizio (Washington, EEUU, 1954)


Vidas de los poetas


Uno se paró entre las violetas
escuchando a un pájaro. Uno fue al baño
y fue golpeado por la luna. Uno se sentía desesperado
hasta que una trompeta estalló, y he aquí,
que se convirtió en un diamante. Tengo una pala.
¿Puedo convertirla en un poema? En mi cocina
estoy hirviendo un poco de leche de cardo.
Espero que se convierta en una tesis alada
antes de que dejes de leer. Mira, ¡estoy en topless!
Escucha: ¡se acercan los cascos!
Uno se ahogó en una piscina.
Uno se quitó los zapatos
y añoró un puente. Uno vive
con Alzheimer en una instalación estatal, con saliva
en su barba blanca. Resulta
que las palabras no son de ayuda.
Pero aquí estoy con mi pala
cavando como una tonta
al lado del splish y el splash
de un mar desenfrenado. No puedo parar.
Vienen los caballos, los ladrones.
Todavía no he encontrado el amor duradero.
Todavía quiero escuchar violas
en el hotelito de la playa
que fue derribado y ya no está.
Quiero volver a ver los cardúmenes
brillar como un velo
donde las olas empujan
contra el dique. Se ha ido
la niña con su falda blanca
que probaba el frío con un pie descalzo.
Hace demasiado frío, pero ella entra, con mucho
cuidado, oh.


*


Armamento


Usé una flecha para matar a la araña.
Usé una apisonadora para aplanar el gusano.
Para las hormigas llamé un ataque aéreo.
Para la abeja que se abrió camino a través de la malla:
soplete.
Los mamíferos fueron más fáciles:
un balde de agua para sumergir al gato,
una palabra envenenada arrojada al perro.
Para el amor, solo un fósforo. Eso
y una cocina con fuga de gas
y la espera hasta que la cena
estuviese buena y quemada.


    Versiones de Mónica Drouilly
 

(Fuente: Jampster)

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