domingo, 21 de abril de 2024

Valerio Magrelli (Roma, Italia, 1957)

 


No tener nada que escribir
genera esa tristeza infantil, infinita,
de quien no encuentra hospedaje
en un país extranjero.
Se busca en todas partes,
cada lugar está ya ocupado,
probamos en otro lugar y, mientras tanto,
se hace tarde y no hay nada.
¿Dónde iremos a dormir?
 
 
/
Cómo es triste aprender demasiado tarde un idioma.
Cerraron las puertas
y quedamos fuera, con algunas piezas en la mano,
rotas. Pregunté para qué sirve,
cómo funciona, si está bien articulada,
pero es inútil saber una cosa a la vez. Falta
el molde, la presión, el fuego.
Y encuentras solamente
las palabras que no conoces
o que ya has olvidado.
Me temo que el alemán perdió los nombres
y verbos que todavía recuerdo.
Tal vez soy una fisura
que se abrió en sus diccionarios.
 
 
/
Mi corazón está astillado,
rasgando
la superficie deslumbrante
y dura del recubrimiento, esa capa
fría, metalizada,
brillante, producto delicado
de la pintura al fuego.
 
Estoy solo como un clavo
junto a su sombra.
Solo como una bala
que no tiene tiempo
de proyectar sombra.
 
Cruzo suspendido en el aire
a unos 180 kilómetros por hora.
Pasó sobre las cosas
rozándolas,
tocándolas apenas,
pero ahora lejos,
ya demasiado lejos
para oír el ruido que hace
al caer.
/
Traducción de Roberto Bernal
 
(Fuente: Cecilia Pontorno

 

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