viernes, 26 de abril de 2024

Juan José Rodinás (Ecuador, 1979)

 

29 años
(¿Quién es este señorito que se fotografía entre montañas?)
 
Mi corazón es el último casete del que alguien oyo “I can” de Nas
(esa canción donde suena de fondo Fur Elise de Beethoven). 
 
Mi corazón es un arce blanco sobre la nieve en Papallacta,
(palas y azadones junto a un camión Ford de los sesenta). 
 
Allí, por ejemplo, un perro flaco ladra en la calle que se dirige al río.
Allí, ¿quién lee adentro de la savia que circula en las arterias 
 
que atraviesan cada fragmento de la tierra oscura? 
 
Leo cartas de amor sobre lagos helados. Leo una estampida
—y retablo— de caballos fantasma. Leo un cielo escrito sin lenguaje 
 
o donde el lenguaje es un chico que se peina bonito para ir a clase,
pero al llegar al colegio se da cuenta que no tenía rostro.
 
O reprueba en educación física. En la montaña, el manantial,
lo explica: agua que lee y agua que rompe lo leído. ¿Quién, 
 
como aurora boreal, escribe en un ayer que llora? Si lo escribieras
nevando dentro tuyo, los polilepis serían traducidos 
 
a chozas inundadas y papel amarillo. Hoy, por ejemplo, sabemos
que los poemas de los bosques solo serán fragmentos
 de la naturaleza perforada por el capitalismo vertical.
 
¿Qué diremos de un libro donde sonaba la sinfonía de los parques
y ya estabas navegando en el núcleo del último sauce enloquecido?
 
Como si la vida te mostrara todas las mentiras
en un plato servido en la ficción profunda de todo lo existente 
 
sobre una mesa con un tipo haciendo muecas elegantes imitando
a otro tipo imitando a otro tipo (todos muertos, incluso el vivo)
 
con las mismas preguntas sin respuesta —en la ilógica lógica
belleza del sonido— en el vasto, muy frívolo, universo.

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