domingo, 28 de abril de 2024

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908 - Turín, 1950)

 



Y entonces nosotros, los viles
 
 

Y entonces nosotros, los viles
que amábamos la noche
murmurante, las casas,
los senderos del río,
las sucias luces rojas
de esos lugares, el dolor
silencioso y mitigado
—arrancamos la mano
de la viva cadena
y callamos, mas el corazón
sobresaltó nuestra sangre,
terminó la dulzura,
se acabó el abandono
en el sendero del río—
ya no siervos, supimos
estar solos y vivos.
 
1945
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La casa
 
 

El solitario escucha la voz calma
con la vista entornada, como si una respiración
alentara en su rostro, una respiración amiga
que remonta, increíble, del tiempo lejano.
 
El hombre solo escucha la voz antigua
que sus padres oyeron en otros tiempos, clara,
cosechada; una voz que como el verde
de los pantanos y colinas oscurece la tarde.
 
El hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante, que brota en los tonos tranquilos
de un oculto venero: la bebe atento,
a ojos cerrados, como si no estuviera a su lado.
 
Es la voz que un día detuvo al padre
de su padre y a todos los de su sangre muerta.
Una voz de mujer que suena secreta
en el umbral de la casa al caer la oscuridad.
 
1940

 

trad. Guillermo Fernández

 

(Fuente: Cecilia Pontorno) 

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