jueves, 1 de septiembre de 2022

Fabián Casas (Buenos Aires, 1965)

 

10 poemas de Fabián Casas

Foto: Soledad Amarilla.

 


Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

***

Me detengo frente a la barrera

Me detengo frente a la barrera.
Es una noche clara y la luna se refleja
en los rieles. Apago las luces del auto.
Está bien, pienso, es bueno que nos demos un tiempo.
Pero no comprendo nuestra relación;
no sirvo para eso. ¿Acaso serviría de algo?
Tu padre está enfermo y mi madre está muerta;
pero igual podría ir y tirarme encima de ti
como todas estas noches. Eso es lo que sé.
Ahora la tierra vibra y un tren oscuro
lleva gente desconocida como nosotros.

***

A mitad de la noche

Me levanto a mitad de la noche con mucha sed.
Mi viejo duerme, mis hermanos duermen.
Estoy desnudo en el medio del patio
y tengo la sensación de que las cosas no me reconocen.
Parece que detrás de mí nada hubiese concluido.
Pero estoy otra vez en el lugar donde nací.
El viaje del Salmón
en una época dura.
Pienso esto y abro la heladera:
Un poco de luz desde las cosas
que se mantienen frías.

***

Improvisados

Estamos abrazados en una cama improvisada en el piso.
Tus ojos están cerrados; pero no sé si dormís.
Este es tu cuarto de soltera,
un lugar agradable, neutral.
Por la ventana suben los ruidos
de un día que empieza a moverse.
La ropa permanece arrugada, a un costado
ignorando la farsa de dar y recibir.

***

Después de largo viaje

Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.

***

Una oscuridad esencial

Hay una oscuridad esencial en esta calle.
Un único farol ilumina el contorno
y árboles domesticados, altísimos,
producen una música de acuerdo al viento.
Miro a mi perro,
una conciencia al ras del piso
que hurga y mea en la tierra
y pienso en mí, hundido
en el lenguaje, sin oportunidad,
sosteniendo una correa que denota
lo que fue necesario para estar unidos.

***

Aviso

La familia es una patología
que te acompaña toda la vida.
Por eso pongámosla en la heladera
para que no se pudra.

***

3 – Método

Hay un método para aprender inglés/ consiste en ponerte las clases grabadas en voz alta/ mientras dormís/ yo me acerco a mi padre que duerme y le digo/ dale, ya está/ te pasaste de la raya/ tenés que morirte/ para que aprenda/ los signos de puntuación

***

El método peripatético

En el peor momento de la ordalía negra
después de estacionar el auto
y antes de entrar a dar clases,
pasaba por el purgatorio del bosque
que está pegado a la Universidad.
Ahí lloraba, caminando, a todo lo que dá.
Después se sentía saciado
y entraba a dar clases.
Sus alumnos lo trataban genial
solícitos, como si supieran que tenía
una enfermedad incurable.
Hasta que en la fiesta de fin de curso
le confesaron que el amplio ventanal del aula
daba al parque donde lo veían
llorar en círculos.

***

Despertarte

Despertarte a mitad de la noche
y ver en el otro lado de tu cama
a tu mujer llorando
es una experiencia importante.
Quiere decir, entre otras cosas,
que mientras paseabas por los cuartos
iluminados de tu cerebro
algo se estaba gestando cerca de ti
Un error con el cual mantenés
una particular relación de intimidad.
Porque aunque no firmemos nada,
ni corramos apurados bajo la lluvia de arroz
pensamos que es para toda la vida
y así seguimos.
Botes que durante la noche
quedan amarrados al muelle
golpeándose entre sí,
según el viento.

 

Fabián Casas es un poeta, narrador y periodista nacido en el barrio de Boedo, Buenos Aires, Argentina, en 1965. Su carrera literaria se inició también a comienzos de la última década del siglo XX, con la fundación de la revista de poesía ’18 Whiskys’, junto con otros poetas de su generación como José Villa, Daniel Durand, Darío Rojo, Ezequiel Alemián, Mario Varela y Eduardo Ainbinder. La publicación editó sólo dos números, pero tuvo amplia repercusión en el ambiente literario de la capital de la Argentina. Ha publicado entre otros libros Los lemmings y otros (relatos, 2005), las novelas Ocio (2006) y Titanes del coco (2015), ensayos como Ensayos bonsái (2007), La supremacía Tolstoi (2013), Trayendo todo a casa de nuevo (2017) o Papel para envolver verduras (2020). En poesía su obra se encuentra reunida en Horla city y otros: toda la poesía 1990-2010 (Seix Barral, 2010), además ha publicado Últimos poemas en prozac (2019) y Envíame tus poemas y te enviaré los míos (Caleta Olivia, 2021). Fue guionista del film Jauja (2014). En 2007 obtuvo en Alemania el prestigioso premio Anna Seghers y en 2011 fue elegido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los autores que garantiza el relevo de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX. 

***

 

(Fuente: Zenda libros)

 

 

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