domingo, 25 de septiembre de 2022

Ángela Martínez-Fernández (Valencia, España, 1992)

 

CUANDO RECIBÍ LA NOTICIA SOBRE LA MUERTE DE CÉSAR

 


 

 

Cuando recibí la noticia

sobre la muerte de César

actué de forma injusta

le mandé un mensaje apresurado a Eva

un mensaje que buscaba

en realidad

sus palabras su voz su consuelo como una niña que grita y patalea buscando a la madre con desesperación

buscando a la madre para que diga algo rápido

y frene de golpe la herida

me temblaban las manos buscando su nombre en la lista de contactos

también a César le temblaba la voz cuando hablamos de poesía una tarde creo que era emoción contenida algún recuerdo se cruzó en su cabeza

entonces dijo que Matías, David y Antonio sabrían cuidarme

enseñarme

con cariño

qué debemos hacer con la literatura

aquellos que queremos construir otro mundo imaginar un sistema que no nos asfixie que no nos deje morir a solas aquellos que queremos inventar un lenguaje que nombre la violencia que acuse con el dedo que comience de cero a pesar de mantener intacta la memoria

creo que fue aquella misma tarde cuando Raquel y Carol recordaron anécdotas mientras compartíamos mesa en un pequeño bar

y se les llenaban los ojos de nostalgia y de risa por haber visto a César serio

profundamente enfadado

entonces eran ellas quienes me cuidaban

de quienes aprendía el valor exacto de nuestro relato

la energía de una mujer tomando la palabra delante de otras mujeres que la miran con ternura y respeto abriendo los límites de la imaginación el modo en que nos pensamos

el modo en que tocamos a las otras y somos para ellas madres, compañeras, hijas

Laia me enseñó libros nuevos

agachadas durante un rato

en la caseta que Alfonso tiene en la Feria del Libro

abrió las páginas

para contarme lo que podía encontrar allí

se le llenaba la boca de palabras divertidas

poderosas palabras para estar en una boca pequeñita

entonces supe

que estaban creciendo semillas en las niñas

solo en algunas niñas

también en Irene, aquella tarde de agosto, recuerdo que la vi junto a una columna de libros

casi era una trinchera

estábamos de cuclillas

leyendo

cuando sonó la risa de César al otro lado

su voz grave

sus ojos

bromeaba sobre la poesía que se escribe ahora delante de poetas

ya no le temblaba la voz

me abrazó fuerte

y dijo: “Te he conseguido un secador de pelo, no te preocupes, pídeme lo que necesites”.

Le pedí mucho

durante mucho tiempo

porque la asfixia económica no me dejaba apenas moverme

y estaba en aquella habitación en casa de mi madre

más cerca de la depresión

que de la rabia

más cerca del llanto

que de la protesta

era en esas tardes cuando sonaba el teléfono y él decía: voy a mandarte unas novelas, no quiero que te rindas ni abandones esto. Tenemos que disputarles la literatura.

Ahora sé que hay mucho de César en este vínculo

en este territorio compartido

que palpita

y construye

que cuida

sobre todo que cuida.

 

Cuando recibí la noticia

sobre el homenaje

fue Eva quien actuó de forma justa

y me mandó un mensaje apresurado diciendo

“ojalá podamos vernos por allí,

queda mucho de César en cada uno de nosotros”



Ángela Martínez-Fernández. En: Voces del Extremo. Poesía y alegría. Ed. La Vorágine, 2022

 

(Fuente: Voces del extremo)

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