viernes, 23 de septiembre de 2022

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

Un poema mal traducido

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Yo soy el que apaga la luz.
Vean, la pasada primavera
se llevó más muertos que el dengue.
Oh, esos pibes enamorados
van a mascar la costilla de Adán hasta reventar.
Acá, desde el bar
veo a la gente pasar.
Sus caras no portan buenas noticias.
No señor.
Los hombres llevan cartuchos de dinamita bajo las braguetas.
Y las mujeres, ¡vean a las mujeres!
Sus pechos apuntan como misiles tierra-aire a punto de disparar.
Realmente las cosas están bastante mal.
Muy mal.
Pero de nada sirve lamentarse.
Yo también he mordido la costilla de Adán
hasta pensar que eran mis propios huesos los que roía.
Entiéndanme,
yo soy apenas el que apaga la luz.
Y estoy en un bar.
Y estoy solo.
Y nadie voltea a mirarme.
Perdón sino los invito a mi casa,
les digo.
No espero nada de ustedes,
les digo,
esto es apenas
la sublimación de cosas que
de otro modo
estallarían como granadas.
Por eso
a todos ustedes les pido
sepan disculparme
si hay un cuco debajo de la cama
o si han visto en el espejito retrovisor del auto
la cara del depredador.
Pero ya pueden ir retomando la calma.
Hay una explicación para todo.
Siempre la hay,
aunque hoy no pueda dárselas.
Ni hoy ni nunca.
¿Cómo podría?
si yo soy apenas
el que apaga la luz.

 

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