martes, 27 de septiembre de 2022

Seamus Heaney (Castledown, Irlanda del Norte, 1939-Dublín, Irlanda, 2013)

 

SAN KEVIN Y EL MIRLO
 
 

Y luego estaba el caso de san Kevin y el mirlo.
Brazos en cruz, el santo se arrodilla
en su celda, pero la celda es estrecha, así que
la palma de una mano sale por la ventana, rígida
como un travesaño, cuando un mirlo desciende
y se acurruca y monta ahí su nido.
Kevin siente la tibia puesta, el pecho diminuto,
las garras y la limpia cabeza arrebujada
y, al descubrirse parte de la cadena eterna de la vida,
siente piedad: ahora tendrá que estarse semanas
con el brazo extendido como una rama a la intemperie,
hasta que los polluelos nazcan y cobren fuerzas y aprendan a volar.
Puestos a imaginar la escena,
imaginad que sois Kevin. ¿Cuál de todos es él?
¿Olvidado de sí o viviendo un suplicio
con dolores entre cuello y muñeca?
¿Le hormiguean los dedos? ¿Siente aún las rodillas?
¿O es que el vacío subterráneo
ha trepado por él a ciegas? ¿Hay distancia en su cabeza?
A solas, y reflejado limpiamente en el río profundo del amor,
reza: «trabajar y no buscar descanso»,
una oración que eleva de cuerpo entero
pues ha olvidado el ser, olvidado el mirlo,
y en la orilla el nombre del río ha olvidado.
 
 
 
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trad. Jordi Doce en “El Cuaderno”, nº 51, diciembre de 2013. 
 
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

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